miércoles, 4 de febrero de 2009

Paul Celan, el moribundo enamorado

El gran poeta judío que escribió en la lengua de sus verdugos consiguió escapar de la persecución nazi, pero su vida estuvo dañada por la experiencia del genocidio y por el sentimiento de culpa del que ha sobrevivido
Del Holocausto hubo víctimas mortales y víctimas moribundas. La cifra de víctimas del exterminio de los judíos por parte del nazismo en Europa es conocida, pero la verdadera magnitud del Holocausto sólo es completamente visible si se tiene en cuenta también a los supervivientes del crimen. La tradición judía acuñó un término para referirse a ellos: sheerit, el remanente, lo que quedó. Esa carga residual tiene, en el término hebreo, un matiz de orfandad: lo que quedó, pero lo que quedó sin nada ni nadie. El núcleo de este remanente lo constituyeron los cerca de 50.000 judíos liberados de los campos de concentración dispersos por Austria y Alemania en abril y mayo de 1945. A ellos habría que sumar algunos cientos de miles que antes se habían escabullido por poco de las tenazas asesinas de Hitler, pero que se vieron igualmente huérfanos, vagando por las frías estepas del Este europeo o por los sórdidos ambientes de las capitales donde se ocultaron hasta alcanzar un lugar más seguro en el mundo.

Se sintió un traidor por seguir viviendo allí donde se había extinguido lo humano
En medio del odio, levantó poemas que tienen una clara lectura amorosa y aun erótica
El poeta Paul Celan fue uno de éstos. Había escapado a las redadas que los soldados alemanes llevaron a cabo sistemáticamente durante los fines de semana de 1942 en su ciudad natal de Czernowitz, entonces en Rumania y hoy en Ucrania. Su novia, Ruth Lackner, le había conducido hasta un refugio a las afueras un día de junio en el que sus padres, que no habían querido seguirle a su escondite, hartos de la indignidad a que les forzaba la ocupación alemana, serían detenidos. Su padre moriría de tifus meses después en el campo de concentración de Transnistria, adonde habían sido deportados, y su madre lo haría un poco más tarde, asesinada de un tiro en la nuca en el mismo campo. Celan viviría ya siempre como el que quedó.

El destrozo de la soledad y de la pérdida, el clavo de la culpa, el desvarío por la violencia terminal y la humillación sufridas quebraron la capacidad de los supervivientes del Holocausto para vivir, igual que se quiebra un árbol, con el particular chasquido que le desgaja de su raíz principal. Muchos sucumbieron a tan extrema desgracia, y se suicidaron en los primeros años después del fin de la guerra. Celan, sin embargo, pudo durante un tiempo luchar en su interior por no ser leña seca, y se resistió a su destrucción. Él constituye un ejemplo más, añadido a los Horowitz, Shmueli, Appelfeld y tantos otros de Czernowitz y de otros muchísimos lugares que también sobrevivieron. Pero, aunque no es un modelo, se puede rastrear su resistencia, porque habita en sus poemas escritos en la lengua de sus verdugos, una lengua que él cuidó con delicadeza extrema como si fuera un cristal único, frágil y radiante, capaz de transparentar con fidelidad el complejo espectro de su experiencia y de su espíritu.

La lengua alemana era, en efecto, el instrumento que hacía posible el espesor de los estratos sentimentales y la polisemia que Celan buscaba llevar a su poesía, porque era una lengua agitada en la emoción de lo familiar y de lo extraño, un sortilegio para tener presente el mundo invariable de su madre y de sus tías, su amor incondicional, el círculo de amigas que lo admiraban, y el mundo aprendido de la poesía alemana. Celan se sentía un traidor por seguir viviendo allí donde se había extinguido lo humano, un muerto viviente que carecía ya de aquel amor infinito de su infancia en una espera sin límites. Si el judío, como Albert Cohen explicó, ha buscado en el siglo XX el amor fraterno del gentil como condición para no sentirse expulsado de la humanidad, la carencia de Celan agravó su sufrimiento de la existencia. Entonces él, el enamoradizo, buscó allá por donde iba ese amor infinito que le faltaba.

Tal vez por ello, escribir para Paul Celan fuera, como para el mismo Cohen, escribir a una mujer, seducir a una mujer. Sus poemas están llenos de un tú normalmente femenino al que se toma como interlocutor. Hay 1.400 du en la obra del poeta, y es la palabra más repetida en ella. Cada uno de esos tú no es una evocación imprecisa de una entidad eterna. En muchos casos es su propia madre, pero en otros muchos responde a mujeres con las que Celan mantuvo relaciones. En medio del odio que le había negado la existencia, Celan levantó poemas que, como ha visto Bertrand Badiou, tienen una lectura claramente amorosa o aun erótica.

Detrás, pues, de ese tú se esconde la presencia de Ruth Lackner, una judía austriaca, actriz, a quien Celan dejó mecanografiada su primera colección de poemas antes de huir desde Bucarest hacia París, a través de Viena. Está ella, pero también Rosa Leibovici, a quien conoció en los últimos años en Czernowitz y que le siguió a Bucarest (1944-1947), o Ilana Shmueli, apenas una adolescente entonces, y con quien el poeta volvió a encontrarse en diversas ocasiones a partir de 1965 en París y en Jerusalén. El tú de Celan se extiende por otras latitudes y por todos sus libros. A su paso por Viena, en 1948, conoce y se enamora de la poeta Ingeborg Bachmann, hija de un maestro de Carintia miembro del partido nazi. Con Bachmann, Celan se encontrará varias veces más, sobre todo entre el otoño de 1957 y julio de 1958, recomponiendo un vínculo que unía a dos extraños a pesar de su amor. Cuando en 1948 llega a París, Celan frecuenta el círculo de su amigo rumano Isac Chiva, del que también participa Ariane Deluz, primera mujer de Chiva y amante de Celan entonces y en sus últimos años. Es precisamente Chiva quien presenta al poeta a la que será su futura mujer, la artista gráfica Gisèle Lestrange, e inmediatamente surge entre ambos una pasión intensa. En 1952 se casan y en 1955 tienen a su hijo Éric. Celan aspiraba a crear una familia como se aspira a tener una vida plena. Amaba a su mujer y a su hijo, pero no pudo alcanzar esa aspiración. Al final de la década de 1960, hubo de separarse de ellos y vivir solo. Antes, entre 1953 y 1962, Britta Eisenreich había sido su "mujer alemana".

Eisenreich está ultimando la escritura de lo que seguramente serán unos interesantes recuerdos de su relación con Celan. Sin embargo, donde realmente se puede rastrear el alcance de los lazos con todas estas mujeres es en la correspondencia que Celan mantuvo con ellas. Algunos de estos cruces de cartas han conocido en los últimos tiempos una publicación acompañada generalmente con notas esclarecedoras de sus editores. Magnífica por mil razones, la correspondencia con su mujer, Gisèle, pone al descubierto el doloroso forcejeo entre el amor del poeta a su familia y su locura, que fabricó la gasa negra en la que se asfixiaron los últimos diez años de su vida. Lo que él mismo llamó "su enfermedad" era grave, producto de una personalidad sumamente dolorida, dañada sin remedio por la experiencia del genocidio y por el sentimiento de culpa del que queda. En una anotación de 1966 del diario del filósofo Emil Cioran, se puede leer: "Anoche, en una cena, me enteré de que habían internado a Paul Celan en una casa de salud, después de que intentara degollar a su mujer. (...) Ese hombre encantador e insoportable, feroz y con accesos de dulzura, al que yo estimaba y rehuía, por miedo a herirlo, pues todo le hería".

Celan había oído por fin aquel chasquido que le separaba de la existencia. Mientras pudo, se había alimentado con el amor de esas mujeres, un amor que necesitaba y buscaba, sin saciarse, también como motor para su poesía. Pero esa vitalidad de moribundo se acabó con el brutal tratamiento psiquiátrico a que fue sometido durante una década de duros internamientos clínicos con administración de psicotropos y electroshock: "Había muchas fuerzas reunidas en mí -no sólo las de la poesía-, que eran una sola fuerza, una sola. Han querido quitármelas -tal vez porque eran demasiado grandes-; mi fuerza era tan grande que no han podido dejármela. Me defendí durante mucho tiempo, pero cuanto más decidido y concentrado llevaba ese combate, más dura se hacía la caída", le escribió en una carta de 1969 a Ilana Shmueli. Cuatro meses más tarde, el moribundo enamorado se arrojó al río Sena.

Carlos Ortega, escritor, traductor y editor, es director del Instituto Cervantes de Viena. Su último libro publicado es La perfecta alegría (Pre-Textos).
En el siguiente enlace podrán leer otro interesante artículo sobre Celan, en la conocida página Hotel Kafka:

El palacio de Auster

Fue desde la primera vez que leí Luna en su título. Ya no soy tan joven, y tampoco estoy seguro de que haya futuro. Me llamó poderosamente la atención y decidí tomarlo de la estantería. Esa misma tarde me sumergí en su lectura. Lo primero que sorprende es el estilo austero de su autor, pero no por ello menos bello, lo cual indica el mucho y muy buen oficio que tiene. Parece fácil, pero nada más lejos de eso; llegar a dominar un lenguaje como el que utiliza el autor requiere de años de concienzudo trabajo de limar y recortar, para lograr una sencillez casi absoluta que raya en la experimentación.

Luego viene la puesta en escena al mejor estilo de El Decamerón de Bocaccio, y de la misma forma que lo hace aquel narrador de fábulas, el autor de El palacio… siempre nos deja en vilo a cada cambio de cuartilla, y a cada final de capítulo nos hace la promesa a nosotros, sus oyentes absortos, de reinventarse cada vez mejor. Es así que a través de la narración el escritor le hace un homenaje a una buena porción de los libros de aventuras y a la literatura en general a través de un sin fin de guiños y licencias literarias. Me llamó especialmente la atención que le hace un guiño al Humboldt de Saúl Bellow, obra que precisamente tuve el placer de leer hace poco. Ya desde el principio arranca con eso, comenzando con el nombre que eligió para el personaje principal. Mezcla de Julio verne y de los grandes viajeros históricos. Una especie de simbiosis entre Forrest Gump y Augie March.

Tenía muchas ganas de leer a este autor desde hace tiempo y que mejor que haber comenzado con el título en cuestión, el cual me atrajo instantáneamente cuando lo vi. Tengo que decir que su lectura me ha deslumbrado y sorprendido muy gratamente. Posee una prosa fluida y pulida esmeradamente. Pienso que es el modelo de cómo se debería escribir. La historia, plagada de un sinnúmero de anécdotas, no nos deja descansar desde la primera frase, y a cada página se renueva, dejándonos ante la espectativa de una narración que no quisieramos que terminara nunca.

Auster es uno de los grandes baluartes de las letras americanas, y el premio Príncipe de Asturias refuerza el prestigio que ya de por sí ostentaba. La lectura de esta novela nos podrá cambiar la vida tal como se le transformó la existencia al protagonista del relato, desde el comienzo hasta su sorprendente final, y si tenemos el valor de aceptar lo que allí se explaya no volverá a ser lo que era antes.

Por: Alec Luis

Semblanza y reseñas de sus novelas:

http://www.elaleph.com/fin/2004/11/22-paul-auster---vida-y-obra-lite.html

sábado, 31 de enero de 2009

La Mamá Grande de las editoriales


Agente literaria española. Ha representado a Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y a tantos otros escritores consagrados. Su imagen, ya mítica en el mundo literario, fue temida por las editoriales y amada por los escritores, ya que gracias a ella todo cambió a favor de los autores. A conocer a quien Gabo llamó la Mamá Grande.

La mamá de muchos escritoresEs un trabajo meticuloso, silencioso y casi desconocido, menos por quienes precisan de ella. Agente literaria que ha peleado como nadie por los derechos de los escritores, aquellos que se encontraban, hasta su aparición, sumisos a los caprichos de las editoriales.

Nació en Santa Fe, España, en el año 1930. Hija de unos pequeños propietarios rurales y la mayor de cuatro hermanas. Realizó los estudios primarios en su pueblo y en 1946 se trasladó con su familia a Barcelona donde realizó diversos trabajos bastante alejados de la literatura.
En 1955, el poeta español Jaume Ferran contactó a Balcells con los escritores de los 50 (los hermanos Ferrater, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Juan Goytisolo y Josep Maria Castellet). Trabajó como corresponsal en Barcelona en la agencia literaria ACER, propiedad del escritor rumano Vintila Hòria.

Tiempo después el escritor se fue a París y ella decidió fundar la Agencia Literaria Carmen Balcells, que comenzó con la gestión de los derechos de traducción de autores extranjeros. Luis Goytisolo fue el primer autor nacional que representó.
A fuerza de trabajo se ha transformado en la agente literaria más importante del habla hispana. Entre sus representados han estado Gabriel García Márquez, Camilo José Cela, Juan Goytisolo, Bryce Echenique, Mario Vargas Llosa y Manuel Vásquez Montalbán, etc. Todos éstos le han rendido honores.

Además Gabriel García Márquez, Juan Marsé, Juan Carlos Onetti y Autran Dourado, entre otros, le han dedicado novelas y Max Aub, Manuel Vázquez Montalbán, José Donoso y Carlos Barral la han hecho aparecer como personaje en sus obras.
Se la conoce como la Mamá grande, llamada así por Gabo (Gabriel García Márquez) aunque también se la ha nombrado como la agente 007. Todo comenzó cuando Carlos Barral, director literario de Seix Barral, le encargó que gestionara los derechos extranjeros de sus autores.
Éste fue el momento en que todo empezó a cambiar para Carmen Balcells, para los escritores y la industria editorial de lengua hispana -en principio-, pero también para la de otros países, ya que experimentó una transformación radical en el mundo literario.

Apenas inició sus tareas al servicio de Seix Barral, Carmen descubrió que la verdadera función de una agente literaria no era representar a un editor frente a otros editores, sino a los autores ante quienes los publicaban. Entonces decidió que a partir de entonces los contratos de edición los firmarían los autores, y que las condiciones de cada contrato las discutiría las editoriales con ella.
Esto ocurrió en los años sesenta y representó toda una revolución, ya que esta avasallante mujer comenzó a exigir a los editores que aceptaran plazos temporales para los contratos, que renunciaran a reservarse el derecho de gestionar las traducciones, y a veces, a pedirles controles de tirada y de impresión.
Interesante entrevista con esta dama:
Otra entrevista muy buena:
Velada al lado de Vargas Llosa:

sábado, 17 de enero de 2009

Wet Wet Wet - Angel Eyes


Disfruten de este vídeoclip del fabuloso grupo inglés Wet Wet Wet, en la gran voz de Marti Pellow.

Marti Pellow, nombre real Mark McLaughlin, nació en 1965 cerca de Glasgow y es famoso por ser el cantante líder del grupo de pop Wet Wet Wet. El grupo logró un éxito masivo a nivel internacional a finales de los 80 y durante los 90. Se separaron en 1999. Marti decidió emprender una carrera en solitario y en noviembre se embarcó en una gira en solitario. Su debut como solista titulado "Close To You" apareció en el año 2001 y, poco después, salió al mercado el álbum "Smile". Wet Wet Wet se reunió para tocar en diversas ocasiones en el 2004. Su segundo álbum se tituló "Between The Covers".



sábado, 10 de enero de 2009

La misión de la buena literatura es divertir


Jaume Vallcorba, galardonado con el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial de 2002 concedido por el Ministerio de Educación, nos recibe en su despacho de la barcelonesa calle Muntaner. La sede editorial de El Acantilado y Quardens Crema está en una planta noble, decorada en tonos marfil en cuyas paredes se suceden fotografías del editor con importantes literatos actuales. El ambiente laboral de silencio, las diferentes estanterías y la robustez de su mobiliario responden a la idea que cualquier lector puede tener concebida de una 'fábrica de libros'. Vallcorba saltó a los titulares cuando en el año 2002 la Academia Sueca concedió a un escritor desconocido el premio Nóbel de Literatura. Se trataba del húngaro Imre Hertész y su obra había sido traducida a pocas lenguas, una de ellas el español, gracias a la apuesta personal del editor catalán. Una acción muy en consonancia con el objetivo que se marcó cuando se lanzó al mundo editorial independiente: recuperar viejos valores y apostar por escritores desconocidos.


¿Recuerda el primer libro que editó?
Perfectamente. Fue en 1979 y elegí la obra completa del poemario del escritor catalán del siglo XV, Osias Marco. Su obra ya había sido recogida, pero siempre en volúmenes didácticos dirigidos a filólogos del catalán. Acercar sus poemas al gran público, alejándome del cariz académico que le había rodeado hasta entonces, fue para mí un reto cumplido. Puede decirse que soy lector por pasión, tengo muy poco de escritor y llegué a ser editor por casualidad. Desde luego, mi condición de profesor universitario de literatura me acercó a la posibilidad de editar, y cuando surgió la oportunidad de crear una editorial coherente con mi pensamiento y mis aficiones literarias, me lancé a ello.

Exactamente, ¿cuál es la función de una editorial independiente como la suya?
Una editorial es una empresa, y como tal tiene el propósito de poner en circulación libros para que se vendan, con los que se hace negocio. Pero también tiene la función de preservar el patrimonio cultural y recuperar voces importantes para los lectores y para la historia de la literatura.

Para ello habrá de contar con escritores. ¿Cómo se encuentran con la editorial?
Existen dos cauces. Quien escribe en español manda el escrito al despacho o lo hace su agente en la confianza de que aquí se leen todos los originales que llegan. Cada vez son más pero mientras pueda seguiré leyéndolos, es algo que me divierte mucho. Por otra parte, seleccionar a un autor extranjero responde más a una decisión personal movida por un conocimiento que se tiene de su obra a través de la investigación de los movimientos culturales que quedan reflejados en los periódicos y revistas de calidad de todo el mundo. A partir de ahí, se contacta con el autor o con su agente.

¿Sucedió así con Kertész?
Efectivamente. Mi trabajo habitual me llevó a leer en el "Nuevo Diario de Zurich" un artículo sobre Kertész y me pareció interesantísimo. Empecé a investigar y la casualidad quiso que al preguntarle por él al traductor de alemán que trabaja con nosotros, un chileno hijo de la diáspora húngara, me elogiara su obra lleno de entusiasmo, incluso por gusto tenía empezada la traducción de Kaddish por el hijo no nacido, la primera novela suya que vio la luz en español. Me prestó más libros traducidos al alemán y empecé a leer El diario de Galeras, que publicaremos este próximo octubre. Me fascinó su escritura.

Y se convirtió en su editor. ¿Estaba ya encumbrado en su país, Hungría?
Qué va, para nada. De hecho, cuando dio la rueda prensa al conocerse la concesión del Nóbel, y a la pregunta de un periodista sobre su reconocimiento en Europa, me echó una flor. Afirmó que en Hungría vendía poco; que en Alemania, algo más, y que era España, gracias a su editor "loco", donde mejor iba su difusión. Me gustó aquel detalle.

Imaginemos a un lector que no puede investigar para decidir qué merece la pena leer. ¿Cómo no perderse en la marisma de títulos, autores y obras que aparecen cada día?
Es difícil, porque la cantidad de novedades que ven la luz, que casi se podrían contar por horas más que por días, es tan enorme que el lector se siente desconcertado. Un procedimiento, sin duda, es que la elección devenga de una conversación, de la recomendación de otro lector. Pero también sirve el dejarse guiar por una editorial. Pienso en mí mismo como lector, y existen editoriales que siempre han respondido a mi confianza, y acercarme a cualquier título nuevo de esas editoriales no me depara ninguna sorpresa desagradable. Quizá me interesa más o menos, pero cumple mis expectativas.

¿La buena literatura tiene que ser compleja?
Para nada. No debemos olvidar que la misión de la buena literatura es divertir. Se trata de una diversión que nada tiene que ver con el concepto imperante en la actualidad de salir de uno mismo. La lectura es el placer de interiorizarse y afecta a la propia condición del ser humano, al que hace disfrutar, aunque en ocasiones exija un esfuerzo intelectual. Pero no toda la lectura tiene el mismo calado. Las novelas policíacas no son profundas y, sin embargo, pertenecen a un género que resulta muy enriquecedor, tal vez porque leídas en la edad adulta suponen una regresión a la infancia.

A una infancia seguramente lectora. ¿Cuál es la clave para llegar a ser un buen lector?
Yo tuve la gran suerte de que en casa de mis padres no había un solo libro prohibido en la gran biblioteca y que para mí leer era una pasión, hasta el extremo de que mi madre me quitaba la bombilla de la lámpara de la mesilla de noche para que no abusara. Leí entonces las noveles de Julio Verne, La isla del tesoro, incluso de muy jovencito algo de Shakespeare, comedias como el Mercader de Venecia. Pero en igualdad de oportunidades salen lectores compulsivos y otros que sólo leen el BOE, o ni eso. Con esto diré que no existe ninguna fórmula para convertir la lectura en una pasión. Como método, sólo defiendo la importancia de leer con un diccionario. Además de que descubrir el significado de una palabra nueva es algo fantástico, no se puede seguir una lectura sin entender todos los vocablos. Una de las peores cosas que está sucediendo en los colegios es que a los textos de lectura se les acompaña de un glosario. A esto se suma el error de dar a leer libros conocidos en la lengua que conocen. Difícilmente los escolares van a aprender nada que ya no sepan, ni se despertará su curiosidad.

La feria del libro es un reclamo mercantil para promocionar la lectura, pero existen corrientes intelectuales que critican el hecho de que produce más público de libros que lectores.
Para mí, acudir a la Casa de Campo de Madrid y estar en la caseta de la editorial durante la feria se ha convertido en una cita ineludible. Disfruto escuchando a los lectores y observando cómo hojean los libros. Claro que me gustaría vender muchos libros, aunque algunos sólo sirvieran para ocupar un espacio en la biblioteca. Pero creo que la afirmación de que se compra más de lo que se lee oculta una crítica al esnobismo al que es de justicia reconocer cierto mérito. Gracias a estas personas intelectuales o estetas, diversas corrientes minoritarias que difícilmente iban a poder ser de acceso popular se han abierto al gran público.

¿Qué libros deben estar presentes en una buena biblioteca?
Las lecturas adaptadas a la edad me parecen un error descomunal.
Es difícil hacer una selección. Depende de la edad del lector, de su momento vital, de las circunstancias que le rodean. Sí me atrevería hacer un listado de aquello que se debe leer en edad escolar: El Lazarillo, Don Quijote, La isla del Tesoro, Robinson Crusoe... Pero hay tantos grandes autores... Lo que debería promocionarse es la lectura, sin sujeciones, y no intentar encuadrar la literatura en francesa, española o inglesa.

Pero no hay duda que leer literatura traducida, bien traducida, es difícil.
Lo óptimo es leer la obra en su lengua original. Esto no es posible en muchas ocasiones, sin embargo, las editoriales importantes cuidan mucho que sus traducciones estén a la altura del original, que logren darle el tono, ser el eco de la voz del autor, no de quien traduce.

¿Cómo son los escritores?
Hay de todo. No se puede definir al escritor. Lo único que les une es la estima a su obra y el mimo que solicitan para ella, pero después, sus personalidades son antagónicas. Los hay que sólo leen y otros a los que les gusta el cine; los que viven en el campo o los que prefieren la ciudad; los abstemios y los amigos del buen vino; los diurnos y los noctámbulos; los viajeros y los sedentarios; los que esperan la inspiración y los que trabajan para que les coja sentados.

¿Los libros son caros?
La afirmación a su pregunta es una de las dos coartadas de los no lectores. La otra es no tener tiempo. Por lo general, el precio de un libro en España está por debajo del que se paga en otros de países del Euro. Si lo comparas con la entrada de cine, de un concierto o una cena, creo que sale bastante bien parado.
En el número 86, de mayo de 2008 de la revista literaria El manpensante, apareció una deliciosa entrevista a este interesantísimo editor:
Vídeo de una expléndida charla de este editor:
 
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