sábado, 30 de agosto de 2008

Una rosa para Eco y un guiño para Borges

El 14 de juniode 2006 marcó el 22° aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges. Este artículo es, de hecho, parte de un libro del chileno Volodia Teitelboim. Él traza paralelismos entre las bibliotecas imaginadas por Borges y la laberintica presente en ‘El nombre de la rosa’ de Eco. En sus “Apostillas” a su exitosa novela, Eco justificó la alusión a Borges en el nombre del inflexible guardián ciego de la biblioteca, como ineludible.Puedo añadir que muy al principio del libro de Eco él arguye haber sido inspirado por cierto libro antiguo encontrado en una vieja librería en Buenos Aires. Otro homenaje tributado al estilo y recursos del viejo maestro.

Todo comienza una hermosa mañana de finales de noviembre del año 1327 cuando Fray Guillermo de Baskerville, un monje franciscano y antiguo inquisidor, y su inseparable discípulo el novicio Adso de Melk, que es quien relata la historia, acuden a una abadía benedictina situada en el norte de la península italiana para intentar esclarecer la muerte del joven miniaturista Adelmo da Otranto. Durante su estancia en la abadía van desapareciendo misteriosamente más monjes, a quienes encuentran muertos al poco tiempo. Lentamente y gracias a la información aportada por algunos monjes, Guillermo va esclareciendo los hechos. El móvil de los crímenes parecen ser unos antiguos tratados sobre la licitud de la risa que se encuentran en la biblioteca del complejo, de la cual se dice que es la mayor del mundo cristiano. ¿Quién es el asesino? ¿Qué hicieron sus víctimas para morir asesinadas? Nadie lo sabe.

Tras múltiples ensayos y teorías, Umberto Eco publicó en Italia en el año 1980 su primera novela: El nombre de la rosa. Es una combinación de la crónica medieval y la novela policiaca con una reconstrucción sorprendente de la época, que no sólo se centra en la forma de vida de los monjes de una abadía benedictina, sino que también lo hace en la ideología y forma de pensar y sentir del siglo XIV. La teología y el misterio se funden en una sola novela, complementándose mutuamente y dando una sensación de realidad que pocas novelas consiguen producir. Aunque el manuscrito de Adso de Melk (sobre el cual el autor habla en el prólogo diciendo que fue su fuente de inspiración) sólo fuesen las invenciones de un monje, no me importaría porque para mí seguiría siendo una crónica tan verídica como las de los historiadores de aquel tiempo, que pone a mi alcance una visión clara de una época tan conflictiva como fue aquélla.

Tiene pasajes excepcionales, magníficos, y hay que reconocer que también tiene algunos que son un poco pesados. Ése en el que Guillermo y Adso consiguen entrar en la biblioteca es a mi juicio en mejor de toda la novela; describe con una exactitud sorprendente la situación de los libros y salas en ese laberinto según su tema y siguiendo el orden de colocación de las tierras conocidas hasta ese momento por el hombre según su posición en el globo.

Creo que es una de esas novelas de lectura obligada y que todo el mundo debería leer por lo menos una vez en la vida. También hay gente que dice es muy pesada y difícil de entender, pero (al igual que El Quijote) a mí no me lo parece en absoluto y, es más, pienso que no hace falta tener grandes conocimientos históricos para leerla y que cualquiera puede hacerlo sin tener que pararse a pensar si es un libro adecuado o no a su edad. Tan sólo tiene que disfrutar de una trama apasionante y llena de intrigas y misterios que no hace más que sorprenderte en cada momento, incluso en el final, ya que el asesino es el menos sospechoso. La novela es un enorme guiño a toda la historia de la novelística, en donde el autor hace homenajes a varios personajes como Guillermo de Baskerville, en alusión a la novela El sabueso de los Baskerville de Conan Doyle, y alude a Borges en el bibliotecario ciego Jorge de Burgos, así mismo la recreación de la biblioteca de la abadía tiene similar distribución a la laberíntica biblioteca de Babel creada en el tomo de Ficciones.

Y, en fin, como dice la última frase: Stat rosa prístina nomine, nomina nuda tenemus.

¡Ella nos quita el aliento!



 
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