jueves, 19 de febrero de 2009

El diccionario de Norfolk

Una fina amalgama, mezcla de la más sólida erudición y la más sugerente prosa, nos presenta el (en aquella época) joven y principiante Norfolk con su opera prima El diccionario de Lempriére.

Con un lenguaje avasallador y dotado de las más excelsas cualidades narrativas, esta obra marcó el inicio de una carrera literaria prometedora, que desde ya se ha ido atestiguando exitosamente con el paso acumulativo de los años.

Pero como si el alto nivel lingüístico fuera poco, el autor nos sorprende aún más entretejiendo una historia fascinante que tiene como fondo a la famosa, pero poco explorada Compañía de las Indias Orientales, y un siniestro complot ideado por unos personajes ambiciosos, con el cual pretenden apoderarse de una vasta fortuna, mucho más grande que los tesoros de la cueva de Alí Baba. Rodeados de un hálito de locura, como si fueran afectados por fiebres tropicales, los personajes deambulan por sus seis centenares de páginas en medio de un trasfondo de violencia, intrigas, traiciones y asesinatos.

Tres generaciones de una misma familia son marcados por un sino trágico, orquestado por un enemigo descomunal, una bestia de varias cabezas, oculto en las catacumbas londinenses, y de donde emerge para llevar a cabo su abyecta maquinación, mediante ardides brutales y celadas fantasmagóricas. Norfolk nos lleva al siglo XVI para mostrarnos un mundo que creíamos conocer por las películas de cine, pero que surge transformado y revitalizado con su pluma. Un universo donde se conjugan la ilustración y el renacimiento con la escuela clásica griega.

Preparence para vivir la más grande experiencia literaria desde El nombre de la rosa. Un verdadero tributo a los libros de suspense, al mejor estilo de Conan-Doyle; con una técnica cinematográfica el autor nos conduce felizmente por una historia espléndida donde se aúnan forma y fondo de manera magistral a lo largo de una narración poderosa, que combina el romanticismo, el misterio y la fantasía.

Es posible que nos cueste al principio adentrarnos en el orbe creado por el autor, pero él no nos subestima y sabe que al final lograremos, si nos esforzamos, penetrar en los vericuetos de su narración y atenazar al minotauro, cual Teseo vagando por el laberinto insoslayable de la prosa norfolkiana.
 
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