sábado, 27 de junio de 2009

Michael Jackson: Un hombre natural


Michael Jackson



martes, 16 de junio de 2009

El día más largo en un libro


El mundo celebra un nuevo Bloomsday.
Como cada 16 de junio, miles de irlandeses, turistas y curiosos de todo el mundo saldrán a las calles de Dublín para rendir su particular homenaje al más complejo escritor del mundo, James Joyce, que situó justamente en ese día de 1922 la trama y desarrollo de su novela Ulysses. La celebración llega ya a más de 60 países y el “Bloomsday” se ha convertido en una rara combinación de historia, literatura y turismo.
Este día, que Joyce eligió porque el 16 de junio de 1904 tuvo su primera cita con Nora Barnacle, la que años después sería su mujer y madre de sus hijos, se seguirán los ritos que página tras página Leopold Bloom vive en la novela: comenzar el día con un baño en la playa de Forty Foot y visitar la Martello Tower, donde comienza la novela, hoy convertida en uno de los varios museos dedicados a Joyce, tomar un borgoña y un sandwich de Gorgonzola en el pub Davy Byrne en Duke Street, tal y como hizo Bloom o tomar una pinta en Ormond Quay. Claro que el tiempo transcurrido desde la Irlanda de principios de siglo hasta la actualidad hace imposible seguir una ruta exacta a la planteada en el Ulises. Por ejemplo, uno de los lugares emblemáticos del personaje de Bloom, su propia casa, en el 7 de Eccles Street de Dublín, ya no existe. De otras zonas de la ciudad, como el distrito rojo o “Nighttown“, sólo queda un leve recuerdo.
También ese día, y algunos antes o después porque las fiestas duran hasta una semana, muchos se vestirán como lo hacían los personajes de Ulises a principios de siglo y participarán en los festejos que tienen lugar en torno al Bloomsday.
En todo caso este rendido homenaje, único en el mundo, que Dublín rinde a su escritor más emblemático, es bastante insólito y en todo caso se trata de un amor no correspondido. Joyce acabó odiando Irlanda en general y Dublín en particular, de hecho vivió gran parte de su vida fuera de ella e incluso no quiso ser enterrado en la capital irlandesa. Por la otra parte, los irlandeses guardaron, hasta no hace tanto tiempo, bastantes reticencias hacia Joyce. De hecho sus obras llegaron a estar prohibidas durante años en la “isla esmeralda”, cuando el escritor era un símbolo de Irlanda en el resto del mundo. El autor fue calificado de pornógrafo y su colega y compatriota Virginia Woolf dijo que nunca había leído tal basura. Alguien dijo que es la obra menos leída y de la que más se habla y sigue considerándose una de las obras maestras de la literatura inglesa.
http://www.bibliotecajoyce.netfirms.com/index.htm

http://www.escueladeletras.com/actualidadliteraria/index.php

http://es.wikipedia.org/wiki/James_Joyce


http://www.laregion.es/noticia/94177/ourense/rutas/literarias/esmorga/blanco/amor/dubl%C3%ADn/ulises/james/joyce/

Céline: el hombre enfadado


En sí misma, toda idea es neutra o debería serlo; pero el hombre la anima, proyecta en ella sus llamas y sus demencias; impura, transformada en creencia, se inserta en el tiempo, adopta figura de suceso: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado... Así nacen las ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas. E.M. Cioran

Leía Viaje al fin de la noche , y pregunté a mi madre: - Mamá, dime qué le debieron de hacer a este hombre. Dime por qué está tan enfadado.

Tuve respuestas inmediatamente. Para empezar Céline, en realidad Louis Ferdinand Destouches, fue en su más tierna juventud enviado al frente de la primera guerra mundial. Oficialmente hacía falta defender a la patria. ¿Acaso no es éste suficiente motivo como para escribir una de las más feroces sátiras contra la civilización occidental? ¿Es injustificado desentenderse del mundo cuando éste se ha convertido en una estafa universal, en algo así como una trampa a gran escala? ¿Cómo no hubiera podido enfadarse ante semejante espectáculo?

Norte es el último volumen que nuestro autor perpetró en vida, dos años antes de morir. Aunque su contenido pueda engañarnos, se trata de parte de sus memorias en el exilio. Para ser más precisos, la obra reúne lo que recuerda del período final de la Segunda Guerra Mundial, ni más ni menos que a cien kilómetros de Berlín cuando una vez fue destruida por completo. La pregunta es qué hacía él allí en esos momentos, en un albergue para refugiados alemanes. Y la respuesta es sencilla: no hacía nada, pero allí estaba porque era collabo, es decir, francés colaboracionista: nazi.

¿Niega Céline alguna vez las acusaciones de que fue objeto? En absoluto. Sí nos ofrece sus reflexiones, nunca alegaciones. Su pensamiento crítico, sus opiniones son el motor de Norte, que es un relato caótico, mucho más nervioso en cuanto a prosa que su primera novela, mucho más cáustico y desorganizado, como nos confiesa continuamente:

"...¿que no hay el menor orden en mi relato?...¡ya os orientaréis!...¿ni pies ni cabeza?...¡maldita sea! [...] ¡mala suerte! El libro entero está en Gallimard, ¡y qué poco les importa también a ésos!... ¡recuerdos y memorias!... ¡sólo las vacaciones los despiertan!"

Este desorden estructural impulsa a muchos a afirmar que su autor llegó a perder los papeles. Es una definición exacta. Ahora bien, debió perderlos premeditadamente. La reflexión sobre este desorden, la afirmación de que el escritor puede y debe ordenar su material como le plazca, como se lo vaya proporcionando su propia memoria, constituye uno de los numerosísimos motivos que se repiten cíclicamente.

Otros leit-motivs muy frecuentes son los que tienen que ver con la destrucción del mundo. La bomba H, la de fusión nuclear de hidrógeno, mucho más potente que las de fisión (las de Hiroshima y Nagasaki) no es más que el símbolo de a lo que conducirán los excesos de la guerra fría. Uno no puede pensar sin estremecerse que dos años después se produjera la denominada crisis de los misiles...

Otro motivo gira en torno a los chinos. Los chinos son en Céline la garantía de que una turba multitudinaria y furibunda barrerá el mundo occidental. La chusma acabará con todo, la célebre frase de Nietzsche, es citada nada menos que tres veces a lo largo de todo el libro. Ésta no deja de ser una concepción finalista, en que la historia se encamina hacia su propia e inevitable destrucción. Que todo un pueblo como el chino se una bajo un solo credo, el comunista, y se disponga a uniformizar el mundo es equivalente a que la chusma acabe con todo. Claro que todas estas concepciones apocalípticas no son más que literatura. Céline era suficientemente diletante como para dejarse llevar por las palabras, como para no tener que creer siempre lo que dijera, como cualquier cínico o dandy. Como Cioran o el Marqués de Sade.

¿Qué entenderé por dejarse llevar por las palabras? Utilizarlas como un auténtico proyectil fonético, como una carga de profundidad que se intalase en el cerebro receptor. Utilizar los términos negro, alemán, francés, ruso, enfermo, lisiado como adjetivos despectivos forma parte de una estrategia para convertir el léxico en una suerte de ametralladora. Céline pretende arremeter contra el relato lineal. La sintaxis, el vocabulario, la disposición de los acontecimientos, todos los elementos de su prosa sirven para expresar la crispación, el estado de tensión que está viviendo el escritor en el momento mismo de generar su enunciado. Palabras obscenas (retrete, zurullo, ano, orgía, reventar...), insultos, figuras retóricas de contenido macabro o el humor negro son otros de los elementos con que maltrata al lector, zarandeándolo, y provocando en él mil reacciones que van del más tonificante de los entusiasmos al más profundo de los rechazos.

Por todo esto, Norte es un libro que nació con todo en contra, pensado para ser rechazado, odiado: un libro incómodo, asombrosa y extrañamente divertido, o por lo menos insólito.

No cabe duda de que Céline era racista, como tantos otros médicos de su tiempo, que fue expulsado de Francia gracias en buena parte a sus libelos antisemitas. Eso no significa que actuara contra unas razas en concreto para afirmar la propia. Lo mismo aplico para Nietzsche: si se detesta a todo el mundo, ¿se puede no ser racista? Los argumentos de Céline no son nunca defensivos: él cree que nunca cometió nada punible. Nunca actuó en detrimento de nadie porque nunca tuvo ideología alguna. Nunca olvidemos que tenemos delante a un desvergonzado, a un dandy. Todos los esfuerzos de Norte van encaminados a demostrar lo siguiente: el mundo está dividido en ricos y pobres. Los ricos mueven por hilos a sus pobres para que se asesinen mutuamente en los campos de batalla por ideologías que sólo a ellos, los poderosos, interesan. Todos los soldados, por lo tanto, luchan estafados. La obra de Céline, un hombre de escasos recursos económicos, puede entenderse como un frontal ataque, como una monumental boutade contra la alienación. Éste es el pensamiento sociológico de Céline, por el que se acerca momentáneamente a una postura marxista.

En cuanto toda simpatía y posibilidad de identificación con cualquier patria, credo o moral ha desaparecido, una persona no siente ya necesidad de ser amable, de guardar apariencia alguna. Puede mostrar todo su desprecio. Se ha exiliado voluntariamente, por lo que no puede ser expulsado. Ya no pertenece a ningún sistema de convenciones éticopolíticas:

"Visto desde la otra orilla, no está nada mal... ya no tienes que charlar, perder el tiempo para mostrarte amable, el estatuto de paria tiene su lado bueno... cuando veo a De Gaulle en casa de Adenau... Adolf y Philippe [Pétain] en Montoire... Carlos Quinto visitando a Isabel... ¡todo zalemas, carmín, polvos, para nada!... el "intocable" ya no tiene que maquillarse, un poco más de mierda, y se acabó, de arriba abajo, ¡lo único que le piden!"

Por descontado, Céline odia al comunismo como odia también a todas las otras religiones y credos. Como Nietzsche y Cioran, los pensadores que constituyen nuestras referencias (Cioran, como tantísimos otros, vivía en París y publicaba en Gallimard. Es posible que él y Céline se leyeran mutuamente. En cualquier caso sostienen posturas similares). Todo argumento teleológico que, como la salvación o la revolución, diera sentido a la historia y a la vida humana, es inadmisible por lo que tiene de uniformizador de personalidades, por lo que tiene de igualitario. El dandy quiere mirar siempre por encima, con toda su voluntad de poderío, frente a la vulgaridad de la mayoría engañada. Tanto Céline como Cioran son muy refractarios a la figura de Jean-Paul Sartre, principal impulsor de la literatura comprometida con los problemas y necesidades de la sociedad. Cioran llega a decir de él que es un hombrecito de vida e ideas patéticas. Céline, ante las acusaciones que Sartre lanza contra él, dice que es él el loco, el que se compromete para salvar lo condenado al egoísmo. El hombre es demasiado perverso como para ser defendido. Si toda la humanidad es malvada, ¿cómo iban a poder no serlo ellos?

"El gran cansancio de la existencia no es más, tal vez, que el enorme trabajo que nos tomamos para ser razonables durante veinte, cuarenta años y más, para no ser simple y profundamente uno mismo, es decir: inmundo, atroz y absurdo. Una pesadilla, tener que presentar desde la mañana hasta la noche un superhombre, como un pequeño ideal universal, al subhombre claudicante que se nos ha dado."

Esta absoluta ausencia de apuntalamiento ideológico nos conduce a una nueva concepción de la solidaridad y la convivencia. Sólo un escéptico podrá ser solidario con todos los demás. No hay credo o religión posible que simpatice con cualquier manifestación de la vida, porque ésta incluye inevitablemente acciones violentas, guerreras, o simplemente no estipuladas por ningún libro sagrado o ético. Sólo para el desvergonzado, el criminal sin crimen, que ladra y no muerde, tiene sentido algo así como la solidaridad universal, destinada a todos y cada uno de los seres del mundo por igual, sin distinción alguna.

Curiosamente, habiendo publicado decenas de escritos en que defendía el suicidio, Cioran confiesa en una entrevista haber ayudado a muchos a superar sus problemas. Suicidas de todo el mundo le confiaban sus situaciones, pidiéndole consejo. Cioran se solidarizaba con ellos, incluso los invitaba a pasear y los convencía de que lo libertador era cansarse de pensar en la muerte, agotar ese tema, tenerlo ya por habitual y rutinario, y dedicarse a otras cosas... De la misma forma, Céline no hace otra cosa que curar enfermos, sean del bando que sean, aunque le hayan perjudicado. Es comprensivo con todos, desde el pobre nazi decadente que intuye ya que va a ser aniquilado hasta el francés prisionero que lo delata y lo odia, al cual regala tabaco y víveres. Por eso, aunque aparentemente sus libros parezcan una condena absoluta, están muy lejos de serlo. Céline salva a muchos de sus personajes, reales o no, y eso le convierte en una personalidad verdaderamente singular...¡es un hombre capaz de bondad, de verdadera y arbitraria bondad !

Entre los personajes que salva encontraríamos a su mujer, a su amigo el actor alelado, a su gato, a todo aquél que tuviera suficiente pereza como para no asesinar, a todo cobarde, traidor o humorista. En definitiva, la desesperación, la incapacidad, la impotencia y la inactividad son los factores que interesan a Bardamu y al propio Céline. Toda carnicería es perpetrada por el héroe, el fanático o el mártir, por el idealista. El ser normal, el lúcido, será siempre perseguido por el disparatado, por el febril, por quien se empeña en demostrar sus tesis, sus fortalezas, seguridades e infalibilidades.

Lo que sorprende es que alguien así cayera en las redes precisamente del nazismo. Esto no es extraño, sino más bien habitual en la época (caso D'Annunzio, caso Ezra Pound), y podría explicarse por una cuestión de supervivencia, y por otra de cansancio. Expliquémonos...¿Fue Céline nazi de veras? ¿Tuvo ambiciones imperialistas, ansias de que los judíos desapareciesen y de que los arios reinasen sobre los europeos? No lo parece en absoluto. Lo que es más plausible es que no tuviera adónde ir cuando la Resistencia se lo robó todo y lo amenazó de muerte, o incluso que se cansara de ser acusado, que no soportara el ambiente circundante y se entregara a la primera doctrina potente que encontró. Cioran es quien mejor ha descrito este tipo de procesos, en los que el intelectual fatigado se deja caer en las garras del totalitarismo:
"El intelectual fatigado resume las deformidades y los vicios de un mundo a la deriva. No actúa, padece; si se vuelve hacia la idea de tolerancia, no encuentra en ella el excitante que necesitaría. Sólo el terror se lo proporciona, lo mismo que las doctrinas de las que éste es consecuencia. ¿Qué es su primera víctima? No se quejará. Sólo le seduce la fuerza que le tritura. Querer ser libre es querer ser uno mismo; pero él está harto de ser él mismo, de caminar en lo incierto, de errabundear a través de las verdades. "Ponedme las cadenas de la ilusión" suspira, mientras se despide de las peregrinaciones del Conocimiento. De este modo se arrojará de cabeza en cualquier mitología que le garantice la protección y la paz de un yugo"

Céline, consciente de quién está perdiendo la guerra, tiene miedo de relacionarse con lo que llama supernazis, nazis de verdad, que son las únicas personas que pueden protegerlo de una muerte cierta e inmediata. A la vez, relacionarse con oficiales de las S.S. es garantía de ser fusilado a medio plazo. A Céline le costó la cárcel. Por eso podríamos hablar de nazismo circunstancial, medio forzado. Porque la alternativa era la muerte.

Pero hay otro motivo por el que entró en ese círculo que iba engulléndolo (esa consciencia de ir siendo tragado como por una corriente perniciosa e inexorable constituye otra constante que, página tras página, a medida que el responsable de su protección es un hombre cada vez más comprometido con el poder del Reich). Pudo haber sido su nazismo un último intento de no caer en la terrible polarización manipulada que sacudía Europa, de no volver a formar parte de la guerra, de evitar sus consecuencias para uno mismo. Este motivo es ni más ni menos que... el anarquismo. El anarquismo entendido como la libertad de someterse a un yugo en cuanto se desee, de esclavizarse a uno mismo a voluntad :

"¿cuántas cartas de insultos recibo al día? Siete u ocho...¿y cartas de admiración inmensa?... casi otras tantas... ¿acaso he pedido algo? ¡de ningún modo! ¡nunca!... anarquista soy, he sido, sigo siendo, ¡y me traen sin cuidado las opiniones!"

Céline es racista porque lo es todo el mundo. Mejor: porque para él no se puede ser de otra manera. Es más, y aquí parte de su propia experiencia en África, todos los hombres de todas las razas son racistas respecto a los demás. Céline es malvado como lo es todo el mundo, aunque en momentos de polarización social o internacional haya siempre un bando que se apodere del lenguaje de la bondad, la santidad y la fraternidad para disimular, disfrazar, ser hipócrita. Por eso se pasa al bando contrario: no es más malvado que el anterior, y además aún no lo ha estafado como hizo el francés. Por otra parte, no debía sentir precisamente aprecio por el nazismo y los nazis, como demuestran estas palabras:
"...no era un tipo antipático... pero tampoco muy comunicativo... daba la impresión de que le iba el rollo... sería el primer nazi que se pareciera a lo que debían ser, tercos, bien gilipollas...

"¡los alemanes me la chupan! Si no te impones, ¡estás jodido!"

Esta maldad del ser humano lleva a Céline y a su mujer a apreciar más la vida animal que la humana, porque la destrucción es inocente en el animal, y en cambio el hombre es doblemente culpable porque podría evitarla, escoger entre el bien y el mal. Su condición consciente lo convierte en un auténtico malvado:
"No tenía el gran ideal humano, yo. Creo que habría sentido más pena por un perro en trance de morir que por Robinson, porque un perro no tiene maldad, mientras Robinson, de todos modos, era un poco malo. También yo era malo, éramos malos..."

Frecuentemente, Céline esperpentiza a la Humanidad mediante léxico fisiobiológico. Es lo que podríamos llamar visión biológica del cosmos . El hecho de que fuera médico ayuda al autor a construir paralelismos y enumeraciones verdaderamente inhabituales:
"... en realidad, en cualquier lugar y en cualquier época, paz, calma chicha, guerras, convulsiones, vaginas, estómagos, vergas, jetas, ¡que ya no sabes qué hacer con ellos! ¡a espuertas!... pero, ¿los corazones?... ¡infinitamente raros! Desde hace quinientos millones de años, la tira de vergas, tubos gástricos, pero, ¿los corazones?... ¡se pueden contar con los dedos!"

Otra pregunta que se plantea el autor es por qué es tan perseguido. Qué mal puede causar al mundo un anciano cojo (él mismo), una mujer bailarina (Lili, su esposa), una vieja gloria del cine medio enloquecida (su íntimo amigo Le Vigan) y su gato Bébert (perseguido hasta por el Tercer Reich). En el fondo, Céline no es más que un cronista más o menos célebre. Dice Cioran que los únicos hombres inofensivos sólo pueden ser los vagos, los diletantes y los estetas, porque son los únicos que no dicen nada, que de verdad se abstienen de participar en la epilepsia universal, en los choques de intereses e ideologías. El inactivo no puede hacer daño a nadie. Entonces, ¿por qué todo el mundo los persigue, sean del bando que sean?, se pregunta. Porque nadie perdona la abstención. La sociedad es intransigente con el don Nadie, y le obliga a tomar apellidos, oficio, y a asumir responsabilidades y actividad. Toda ideología necesita adeptos y enemigos para funcionar, para ser práctica y operativa. El comunismo se inventó adeptos. La Inquisición y el nazismo, enemigos. Por eso se acaba reclamando el silencio, y es placentera la nada de senectud:
"...pero tenía la impresión clarísima de que todo aquello estaba tramado, preparado, y de que yo era el payaso... ahora comprendo, si tuviese que volver a hacerlo, no lo haría, ¡todas aquellas penalidades!...¡a hacer puñetas todo!... la impresión que me darían, nazis, resistentes, amas de casa, apicultor, guarda jurado, tagarotes y lisiados, ¡a tomar por culo!... sonrisas y muecas, vencedores y vencidos, ¡la misma marmita!... lo único que necesitas al final de la vida, no volverlos a ver, no hablar ya de nada, ya lo sabes todo... derecho, revés, cabeza, ano... todo el trabajo, más de la cuenta, que te has tomado..."

Para Céline la humanidad es abyecta, no existe nadie libre de culpa. Demostrar eso, que la maldad está presente en todas partes, es el motor de su primera novela. Mostrar cómo se manifiesta el egoísmo en África, en América, en París, entre burgueses, entre soldados, obreros, borrachos, enfermeras, prostitutas, nobles, ancianos, niños. ¿Qué es la noche para Céline? La vida misma, es decir, la guerra. Llegar a su fin es un acto de sinceridad, de desnudez. Todo aquél que se despoja de sus amables vestiduras, revela lo que hay en él de inadmisible. Por lo tanto, los nazis fueron los más sinceros de todos, al mostrar a cara descubierta todo el horror que eran capaces de provocar en el mundo. Viajar al fin de la noche es no extraviarse del camino de la soledad y la maldad: no intentar nada para alejarse del abismo, no maquillar la pesadilla. El nazismo fue para Céline el fin de su propia noche, fue su estación final, definitiva.

por: Andreu Navarra Ordoño
Otro magnífico artículo sobre Céline:

lunes, 8 de junio de 2009

El verdadero retrato de Shakespeare


Descubierto el que podría ser el único retrato de Shakespeare en vida
La imagen, oculta durante siglos, pretende cerrar el debate sobre la imagen real del bardo inglés

El descubrimiento de un nuevo retrato de William Shakespeare que podría ser el único realizado en vida al dramaturgo inglés pretende cerrar, al menos de momento, el debate sobre su imagen real. El profesor Stanley Wells, quien fuera director del Instituto Shakespeare, aseguró hoy estar "convencido" de que este es el único retrato que se le hizo a Shakespeare en vida y que el resto de los conocidos hasta el momento son únicamente copias.

La imagen del escritor inglés más importante de todos los tiempos, presentada hoy en Londres, ha permanecido durante siglos oculta entre los cuadros que posee la familia Cobbe. Fue uno de sus miembros, Alec Cobbe, quien al visitar una exposición sobre Shakespeare organizada en 2006 por la Galería Nacional de Retratos, de Londres, se dio cuenta de que en su colección había uno muy similar al exhibido en este museo.

En esa muestra, los organizadores ya reconocían que la identidad de la persona que aparece en el cuadro que exponían -conocido como el retrato "Chandos" y que actualmente está en la biblioteca Folger- no estaba probada y que no existía la certeza de fuera un retrato hecho en vida a Shakespeare.

Pruebas de rayos X e infrarrojos

El profesor Wells justificó su confianza en que el retrato que posee la familia Cobbe sea por fin la imagen real del escritor inglés por el resultado de las pruebas científicas a las que ha sido sometido el cuadro, y que en su opinión demuestran que los otros tres retratos conocidos hasta el momento son meras copias. Concretamente, existen dos retratos de Shakespeare en las colecciones privadas de Folger y FitzGerald, mientras que un tercero conocido como el de Ellenborough se perdió en el año 1947. El cuadro de los Cobbe pasó por un examen con rayos-X, otro con infrarojos y un tercero centrado en la antigüedad de la madera utilizada por el retratista para conocer la fecha en que fue pintado.

De estos estudios se extrae la conclusión de que el retrato fue realizado en 1610, cuando el genial escritor inglés tenía 46 años, sólo seis antes de su muerte. Del pintor nada se sabe, aunque el conservador de la Colección Cobbe, Mark Broch, explicó que es posible "que el pintor pusiera su nombre en el marco, pero éste ha desaparecido". El retrato presentado hoy muestra un Shakespeare con perilla, sin pendiente en la oreja izquierda -adorno que sí aparece en otros retratos-, y con una larga nariz, todo ello en un fondo azul sobre el que están inscritas en la parte superior las palabras Principium amicitias.

El hecho de que esta imagen se hiciera en vida de Shakespeare -como parecen demostrar los exámenes realizados- hace que sea "más cercana a la realidad" que la del grabado Droeshout, publicado en 1623 y que hasta ahora había sido la que tradicionalmente se ha trasladado del autor, según explicaron hoy los expertos. Este cuadro formará parte de una exposición que estará abierta al público desde el 23 de abril hasta el 4 de septiembre de este año, cuando se cumplen 400 años de la publicación de los Sonetos del escritor inglés.

Sonetos sin destinatario

Sobre los sonetos, Mark Broch indicó hoy que se ha especulado mucho tiempo sobre quién era el destinatario de esos textos y sobre si Shakespeare mantenía una relación sentimental con esa persona -ya fuera hombre o mujer-, aunque por el momento "es imposible decir nada sobre el carácter sexual de esa relación". Este debate se debe a que en la primera parte de su serie de sonetos se hace referencia a "un joven" mientras que después se habla de una misteriosa dama negra, lo que sumado al contenido sexual que tienen estos textos suscitan las dudas acerca de la orientación sexual del escritor inglés.

Por otro lado, también hoy se ha confirmado que debajo de lo que hoy es un almacén abandonado de Shoreditch se encuentran los restos del primer teatro de Londres, construido en 1576 por James Burgage y donde Shakespeare escribió y participó en la representación de su obra más Conocida, Romeo y Julieta.

martes, 2 de junio de 2009

El extraño caso de Stieg Larsson


Larsson idealizó el personaje de Blomkvist y la propia revista donde trabajaba en su trilogía narrativa Su conocimiento sobre grupos de ultraderecha era tal que fue llamado a reuniones con Scotland Yard

Los copos de nieve empiezan a estrellarse contra el parabrisas, a pesar de que estamos en pleno mes de mayo. Mientras nos adentramos en la región sueca de Nörrland, un territorio agreste, casi virgen, repasamos mentalmente los datos que tenemos acerca del escritor Stieg Larsson, cuya sombra hemos venido a seguir hasta aquí, a esa Suecia profunda donde las aldeas tienen treinta, o veinte, o dieciséis habitantes, todos mayores de 60 años, y de vez en cuando aparece un alce muerto en la cuneta.

El caso parece extraído de la ficción: Larsson (Västerbotten, 1954- Estocolmo, 2004) era un periodista idealista y comprometido, un experto en la extrema derecha sueca. Desde veinteañero decía a sus amigos que, un día, sería escritor de novela negra. Pasaron los años, y tras devorar como lector a los clásicos del género (en especial, a las damas del crimen), al cumplir 47 se dijo: "Ya está. Mi momento de escritor ha llegado".

Y, cada noche, al acabar su jornada en la revista Expo, fundada y dirigida por él, cuando llegaba a casa, se ponía a escribir Millennium, una trilogía protagonizada por dos investigadores, el periodista Mikael Blomkvist y la hacker Lisbeth Salander.

Escribió velozmente los tres libros –nueve meses cada uno, más de 1.500 páginas en total–: Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. Los entregó a una editorial y, a los pocos días, murió de un inesperado ataque al corazón. No pudo ver cómo sus novelas –que la semana que viene llegan a España– se convertían en un fenómeno global, con ya seis millones y medio de ejemplares vendidos, gracias a su electrizante trama.

Un detalle escalofriante: en la tercera obra, uno de los personajes muere exactamente de la misma forma en que lo hizo Larsson (los amantes de las conspiraciones ya se habrán dado cuenta de que Milenio –aquí, una sola ene– es el título de la novela póstuma de Vázquez Montalbán).

Perseguimos al fantasma de Stieg Larsson por Estocolmo y por las mismas carreteras árticas que transitan sus personajes, en un Volvo conducido por su padre, el viejo sindicalista Erland Larsson, que lleva un pin con la rosa socialdemócrata en la solapa. Erland era tan pobre cuando tuvo a Stieg –"ni techo ni trabajo"– que lo envió a vivir a casa de los abuelos en el campo, donde estuvo hasta cumplir ocho años. "Allí fue feliz, y de hecho esa casa de madera roja de su infancia –que ahora le enseñaré– es la que en la novela habita Blomkvist cuando va a la isla a investigar, es todo igual". Allí, con media hora de luz en invierno y temperaturas de 40 grados bajo cero, pasó el pequeño Larsson su infancia.


La vida del viejo Erland no ha sido fácil. Cuando, hace cuatro años, falleció su hijo Stieg, "me quería morir", admite. Su esposa –la madre de Stieg– ya había muerto en 1992 de cáncer y, por si fuera poco, el año pasado la misma enfermedad se llevó a la esposa de su otro hijo, Joakim.

Erland y Joakim viven en Umeä, ciudad mediana, universitaria, rodeada de bosques, con aeropuerto, una gran fábrica de coches y varias de celulosa. "Cuando vinimos aquí –dice el señor Larsson– todo eran vacas pastando, y ahora fábricas y almacenes."

A un lado y otro de la carretera, durante el trayecto, máquinas quitanieve, serradoras, camiones cargados de troncos, y carteles con nombres tan exóticos como Tavelsjo, Bodarna, Vindeln, Ytterssön, Astrask o Kalvtrask. El conductor evoca: "Yo le decía: 'Stieg, tú tienes talento, tienes que hacer algo que dé dinero', porque siempre estaba con sus proyectos utópicos. Y, mire, lo hizo... al final".

Nos preguntamos por qué murió Stieg de un infarto, cuando anteriormente no había tenido ningún problema cardiaco. Para su padre, está claro: "El exceso de trabajo, sumado a que, en su última etapa, se alimentaba básicamente de fast food, como un personaje de su segundo libro".

En Estocolmo, al día siguiente, visitamos a Daniel Poohl, el joven periodista que ha sustituido a Larsson en la dirección de la revista cuatrimestral Expo, "un proyecto en el que los periodistas trabajan gratis, para poder contar cosas que no tienen cabida en los grandes medios". Poohl ayudó a Larsson en sus trabajos sobre los nacionaldemócratas, el partido ultra: "Sí, me infiltré en sus filas durante un par de meses", cuenta ante una taza de café en la redacción.

–¿Stieg se parecía mucho al personaje de Blomkvist?

–Tal vez en las ideas acerca del periodismo. Pero no en lo demás: Blomkvist es un héroe, guapo, rodeado siempre de mujeres. Creo que ningún hombre real es de esa forma, para ser honesto, y Stieg tampoco. Nosotros, en Expo, no tenemos medios para hacer ese tipo de periodismo de investigación sobre los delitos económicos de las grandes corporaciones, Millennium, en la novela, es mucho más grande y fuerte, la veo como una especie de revista de fantasía, donde a cualquier periodista le encantaría trabajar, no creo que en el mundo real existan ese tipo de publicaciones, tal vez alguna en Estados Unidos...

Estamos justo en el lugar en el que a Larsson se le detectó el ataque cardiaco. Poohl aclara que "aquel día, cuando llegó a la redacción, ya se encontraba mal, estuvo media hora por aquí y se lo llevó una ambulancia. Falleció poco después en el hospital". La casualidad quiso que, justamente aquel día, no funcionara el ascensor del edificio, por lo que Larsson subió siete pisos a pie, lo que, según su pareja, la arquitecta Eva Gabrielsson, "fue definitivo". Para ella, "en su último año, pasó a dormir solamente cuatro o cinco horas diarias pero si el ascensor hubiera funcionado bien, yo creo que no habría muerto."

Para Poohl, Larsson "no era un workaholic, él no consideraba trabajo el tiempo dedicado a sus libros, era su hobby, como otra gente mira la televisión o se va a pescar. Era capaz de pasarse 16 o 18 horas diarias ante su ordenador".

Lo que más le llama la atención a su sucesor al frente de la revista es que "él comentó a mucha gente que estos libros serían un éxito comercial, le dijo incluso a su mujer que iban ser su plan de pensiones. Estaba completamente seguro, no albergaba ninguna duda". En la única entrevista que Larsson concedió sobre Millennium –a la revista Svensk Bokhandel– reconocía también que el personaje de Lisbeth Salander, de 25 años, se basaba en Pippi Calzaslargas: "Me pregunté: ¿qué sería de ella hoy? ¿De qué trabajaría de adulta? ¿Cómo la calificarían? ¿Sociópata? Porque tiene una visión muy diferente de la sociedad".

Los hombres que no amaban a las mujeres, analiza Poohl, "es un típico misterio de la habitación cerrada, con un montón de gente alrededor de una habitación donde hay que descubrir quién es el asesino, con la diferencia que aquí la habitación es una isla. Pero los otros libros son completamente diferentes en estructura, cada uno explora un paradigma del género".

El auténtico misterio que ocupa estos días las páginas y los minutos de los medios de comunicación europeos es por qué la viuda de Larsson, Eva Gabrielsson, no tiene ningún derecho –ni beneficio económico– sobre la obra de su marido, a quien conoció en un mitin contra la guerra del Vietnam en 1972 y con quien convivió durante 30 años. Se lo preguntamos a ella durante un paseo por algunas calles y cafés de Estocolmo. "Es un problema de la ley sueca –explica–, que no reconoce ningún derecho a las parejas que no se han casado ni inscrito en el registro, porque se basa en el derecho germánico medieval, que privilegia la sangre por encima de todo. Todo el dinero de los libros es para su padre y su hermano, que han rehusado cederme nada. En países como España, Francia, Gran Bretaña, zonas de derecho romano, esto hubiera sido diferente, pero, aquí, mis abogados me dicen que no hay nada que hacer."

Según Gabrielsson, "no nos casamos por una sencilla razón: Stieg estaba amenazado de muerte. Teníamos que ser muy cuidadosos y precavidos, no queríamos que su nombre apareciera en ningún registro asociado a nuestro piso o teléfono, todo estaba a mi nombre. Todas las facturas eran para mí por motivos de seguridad. Hemos vivido así siempre. ¿Testamento? No hizo porque no teníamos ni un duro, solamente este piso de 56 metros cuadrados sin ascensor".

De hecho, el conocimiento que Larsson tenía sobre los grupos de ultraderecha era tan detallado que fue llamado a sesiones informativas con miembros de Scotland Yard, de la policía brasileña o de la OSCE, con el fin de que les ayudara en sus investigaciones o trabajos.

Para la viuda, la situación que vive es humillante no tanto por la enorme cantidad que deja de ingresar –más de siete millones de euros– sino porque "cuando Stieg estaba vivo, tenía una relación fría con su familia. Éramos una pareja muy distante de su padre y hermano, distantes en todos los sentidos: mentalmente, geográficamente y emocionalmente. Eran muy diferentes, ellos no tienen su compromiso político, su humanidad, su empatía, no les gusta viajar ni sumergirse en otras culturas, ni implicarse en la sociedad, sólo quieren vivir tranquilos, son gente muy sencilla".

Gabrielsson –quien, como arquitecta, ha colaborado con Ricardo Bofill en la construcción de uno de sus edificios en Estocolmo– rechaza todas las especulaciones acerca de nuevos libros inéditos de Larsson: "Quería hacer muchos más, un total de diez, y empezó un poco el cuarto sólo como diversión, no tuvo tiempo de ponerse en serio. Lo que sí es verdad es que su intención era dedicar los beneficios de los nuevos libros a causas como la lucha contra la violencia sobre las mujeres o la propia revista Expo. A mí me decía siempre que 'el dinero de los tres primeros libros es para nosotros". Pero no ha podido ser así".

Larsson introdujo en sus novelas algunos de los temas sociales que más le preocupaban, como la violencia contra las mujeres. Gabrielsson revela que "este era, para él, un compromiso muy firme, porque una vez, de joven, durante un fin de semana con compañeros, presenció una violación y se culpaba de no haberla podido evitar, tenía esa espina clavada, y dedicó mucho tiempo a consolar y ayudar a víctimas".

http://www.serielarsson.com/
 
Suscribete y recibe lo último de Viajero del Reino Digital