miércoles, 8 de diciembre de 2010

Lost in Translation


¿Qué le susurró Bob (Bill Murray) a Charlotte (Scarlet Johannson) al oído en la emocionante escena final de la cinta Lost in translation de Sofia Coppola? Tal vez una de las cosas que hace más fascinante el memorable final es la incertidumbre que tal escena nos genera. Yo prefiero no saberlo y poder imaginar un sinfin de posibilidades.


domingo, 22 de agosto de 2010

El decálogo de Thomas Pynchon

Hay escritores que detestan ejercer de escritores. Creen que la obra literaria se explica por sí misma, que todo lo que tienen que decir está contenido en sus novelas o en sus poemas, y rechazan entrevistas, premios, homenajes y cualquiera de las sevicias que impone la vida literaria. Desdeñan venderse a sí mismos como peponas de feria, el arduo self-marketing, la laboriosa producción de la propia presencia que forma parte enojosa e inevitable del oficio de escritor y que a menudo exige más tiempo, energía y determinación que la construcción de la obra artística.

Si hay escritores que no escriben (los bartlebys), también hay escritores que sólo escriben; no se hacen fotografías, no opinan en la prensa, no acuden a universidades de verano, no presentan libros de otros, no forman parte de jurados ni comités ni academias. Los grados de este rechazo van desde el huraño y misántropo (Rafael Sánchez Ferlosio) al misterioso (Maurice Blanchot) o al tímido (Julien Gracq).

Este rechazo a ejercer de personaje público tiene ejemplos extremadamente coherentes y espectaculares (hay quien los llama "patológicos"): Cormac McCarthy, J. D. Salinger, Thomas Pynchon.

De Pynchon no se conoce ninguna fotografía en los últimos cuarenta años. Sus editores no le han visto nunca la cara, y si le han dado premios ha mandado a falsos pynchon a recogerlos. Dicen que vive en Long Island y que está casado con una agente literaria de Nueva York. Que adora México. Pynchon se ha convertido en un pesonaje de culto, y el misterio que lo envuelve da lugar constantemente a numerosos bulos y rumores.
Marketing paradójico: cuanto más ocultas tu presencia más expectación creas en torno a ella.
En el prólogo a su libro de cuentos Un lento aprendizaje, Pynchon desgrana algunas reflexiones sobre el arte de escribir a propósito de estos cuentos de juventud que el Pynchon maduro cree cargados de defectos; una suerte de breve y lúcida poética que condenso en forma de decálogo:

Decálogo de Pynchon

1. Es erróneo comenzar con un tema, símbolo u otro agente unificador abstracto, y luego intentar que los personajes y acontecimientos se le adapten a la fuerza.
2. Sé demasiado conceptual, demasiado listo y remoto y tus personajes se morirán en la página.
3. Me guiaba por el lema "hazlo literario": un mal consejo.
4. Sin algún anclaje en la realidad humana, lo más probable es que uno se quede sólo con otro ejercicio de aprendiz.
5. Es una mala manera de escribir un relato: empezar con una acuñación termodinámica, los datos de una guía, y solo entonces intentar el desarrollo del argumento y los personajes. Esto es entenderlo todo al revés.
6. Entonces era joven, y me interesaba más confiar al papel una variedad de abusos, como el de escribir en un estilo recargado... Lo que puede ocurrir cuando uno emplea demasiado tiempo y energía sólo en las palabras.
7. Escribir sobre lo que se conoce. El problema es que en la juventud creemos saberlo todo, o mejor, desconocemos el alcance y estructura de nuestra ignorancia. Familiaricémonos con nuestra ignorancia, para no tener que echar a perder un buen relato.
8. Los aprendices, en todos los campos y épocas, desean ansiosamente ser viajeros.
9. El aprendizaje avanza continuamente.
10. Ya has practicado bastante. ¡Ahora escribe!

(THOMAS PYNCHON, Un lento aprendizaje, Barcelona, Tusquets, 1992. Traducción de Jordi Fibla)
El escritor argentino Rodrigo Fresán tiene un magnífico artículo sobre Pynchon en el suplemento de libros del diario Página 12:

jueves, 29 de julio de 2010

La Oportunidad de Negocio de 4 Life - Transfer Factor

Factores de Transferencia - Transfer Factor Plus de 4Life




Son completamente naturales y no son vitaminas, no son minerales, no son hierbas. Son elementos inmunológicos vitales que nos llegan directamente de la madre naturaleza.

Cuando una madre amamanta a su hijo, le transfiere su inmunidad al bebé toda la información que su sistema inmunológico ha obtenido a lo largo de su vida. Este proceso comienza con la primera leche, denominada calostro. La más valiosa de las "armas inmunológicas" que contiene el calostro son los factores de transferencia. Los científicos han identificado los factores de transferencia como una parte vital de la habilidad de nuestro sistema inmunológico para enfrentarse con amenazas externas. Los factores de transferencia tienen tres funciones principales:

* Reconocer * Responder * Recordar.

Historia de los factores de transferencia

Los factores de transferencia fueron descubiertos en 1949 por el doctor H. Sherwood Lawrence. Llegó a la conclusión de que el extracto contenía un factor capaz de transferir la inmunidad del donante al recipiente. Lawrence denominó esta sustancia factor de transferencia.
Desde su descubrimiento se han gastado aproximadamente unos 40 millones de dólares en investigaciones sobre los factores de transferencia, dando como resultado más de 3,000 estudios clínicos.

Los factores de transferencia es el descubrimiento medico del siglo XXI
Ha habido un gran acontecimiento en investigaciones nutricionales: después de cuatro décadas de investigaciones y muchos millones invertidos, como nunca antes visto, los factores de transferencia han sido aislados y extraídos para propósitos terapéuticos.

Los beneficios de los factores de transferencia han sido revisados y las ponencias del XI Simposio Internacional sobre el factor de transferencia llevado a cabo del 1 al 3 de Marzo de 1999 en la ciudad de Monterrey México han sido publicados. Estos reportes abarcan el exitoso uso de los factores de transferencia en la atención de enfermedades virales, parasitarias, fúngicas, malignas, neurológicas y enfermedades autoinmunes. Cada tres años la sociedad internacional del factor de transferencia promueve un simposio internacional para reportar, revisar y discutir sobre los hallazgos en la investigación del factor de transferencia de los anteriores tres años. Todas las ponencias pueden ser revisadas en la página de medline en Internet, es importante hacer saber que científicos mexicanos han presentado diversos trabajos acerca del factor de transferencia en este congreso tal como el del Doctor Sergio Estrada Parra quien ha patentado en México un proceso para obtener factor de transferencia de la sangre quien por muchos años ha utilizado efectivamente los factores de transferencia en el tratamiento de diversos padecimientos tales como el asma bronquial alérgico, la dermatitis utópica y herpes zoster con muy buenos resultados.

Pruebas inmunológicas recientes sobre suplementos alimenticios

En febrero de 1999, la publicación de la Asociación Americana Neutraceutica publicó una selección de 196 productos naturales o combinaciones, seleccionados de más de 400 productos probados. Los productos fueron examinados para indicaciones de seguridad y eficacia usando pruebas farmacéuticas standard.
La mayoría de los productos potentes probados aumentó la actividad de las células natural killer en un 48.6 por ciento.
El factor de transferencia obtenido del calostro fue probado individualmente y se encontró que elevaba la actividad de las células natural killer en un 103 por ciento sobre los valores base. Cuando el factor de transferencia fue combinado con una serie de factores tímicos, los beta-glucanos de fuentes múltiples, Acemanano e IP6, el resultado fue un incremento sinergístico de la actividad de las células natural killer del 248 por ciento sobre los valores base. Esta combinación de factor de transferencia calostral, factores tímicos y extractos de polisacáridos biológicamente activos fue encontrada ser el producto más activo probado hasta la fecha.

Las pruebas in vitro no revelaron toxicidad mensurable aún en concentraciones mucho más allá de cualquier que podría ser logrado in vivo.
Las células inmunes pueden ser separadas en diferentes clases de células. Si una sustancia produce respuestas diferentes de células inmunes, esto indica que la sustancia es un modulador inmune en vez de un supresor estricto puede conducir al cansancio excesivo del sistema inmune y la supresión inmune estricta puede conducir al compromiso inmune y la ineficacia. Los factoes de transferencia y la combinación citada anteriormente del factor de transferencia ambas actúan como moduladores inmunes y no solamente como estimuladores inmunes. El producto de combinación también retuvo un efecto modulatorio inmune en vez de un efecto estimulatorio inmune estricto. Esto indica el papel dominante del factor de transferencia en el producto de combinación.
Estos hechos dan a conocer el potencial de apoyo que da una nutrición aumentada para el funcionamiento óptimo de un sistema inmune.

Todo tiene que ver con el sistema inmune
La mayoría de los científicos están de acuerdo en que nuestro sistema inmune es posiblemente la más grande defensa en contra de las enfermedades. Nuestro sistema inmune es más complejo que los antibióticos u otro tipo de medicinas. Cuando caemos enfermos, es generalmente porque nuestro sistema ha fallado. Nuestro sistema inmunológico ha sido debilitado por la contaminación, químicos, stress, una dieta pobre, bombardeo por fuerzas electromagnéticas, y muchos otros factores que diariamente enfrentamos.

Los factores de transferencia son pequeños pépticos, compuestos de 40 aminoácidos que almacenan toda experiencia del sistema inmunológico. Estos Aminoácidos funcionan igual que las veintiséis letras del alfabeto. Cuando ellos entran en contacto con un germen, ellos almacenan las características de ese germen en particular cambiando la secuencia de los aminoácidos.
Los factores de transferencia son la inteligencia del sistema inmunológico. Ellos son vitales en el desarrollo de estrategias del sistema inmunológico en contra de la enfermedad y los gérmenes invasores. Los factores de transferencia almacenan "fotografías químicas" de virus, bacterias, hongos y parásitos.
Esta información es transferida a varias células de "combate" dentro del sistema inmunológico que combatirán al "enemigo". La batalla en contra de la enfermedad es una carrera entre las células inmunes y los invasores. si los gérmenes ganan, usted se enfermará o aun peor morirá. cuando las células inmunes ganan la carrera, usted permanecerá bien de salud.
Los factores de transferencia también movilizan a las células "asesinas naturales" (Natural Killer) y las dirigen a pelear contra las células cancerosas. Además ciertos componentes de los factores de transferencia modulan al sistema inmunológico para mantener el sistema inmune sin atacar el cuerpo y provocar enfermedades autoinmunes, tales como Artritis Reumatoide, Lupus, Diabetes, y otros numerosos padecimientos.

Los factores de transferencia sobre nuestro sistema inmunológico
Los factores de transferencia educan nuestro sistema inmunológico acerca de los gérmenes antes que ellos invadan el cuerpo, proveyéndonos de una ventaja sobre los invasores.

Los científicos han descubierto que ciertos animales (mamíferos) presentan una correlación exacta con los factores de transferencia humanos. Los animales que viven de alguna forma "salvaje" están más expuestos a una amplia variedad de gérmenes y tienen un sistema inmunológico más poderoso y efectivo.
Los investigadores han encontrado un medio para extraer estos factores de transferencia del calostro en la primer leche, que sirven para fortalecer el sistema inmune de los animales recién nacidos. Generalmente, los animales recién nacidos que no reciben "los factores de transferencia" de la madre mueren muy pronto después de nacer. Cuando consumimos estos factores de transferencia, recibimos el conocimiento del poderoso sistema inmunológico de los animales. Nosotros recibimos sus inductores que permiten a nuestro sistema inmunológico generar una respuesta poderosa para el cáncer y los invasores. No confunda el transfer factor con la píldora de calostro.
La mejor marca en el mercado se llama Transfer Factor Plus, de la compañía norteamericana 4Life. A través de esta, se nos ofrece una grandísima oportunidad de negocio, y de mejorar nuestras finanzas y nuestra salud. Además de eso, de disponer de mucho tiempo que antes no teníamos. Para más información y adquirir el producto click en:

martes, 27 de julio de 2010

miércoles, 31 de marzo de 2010

LAS BENEVOLAS de Jonathan Littell


La obra del escritor norteamericano nacionalizado francés (2007), residente en Barcelona, Jonathan Littell (Nueva York, 1967), irrumpió en el escenario internacional hace un año largo, y antes de que concluyéramos la lectura del libro, las más de novecientas páginas compactas del original francés, gozaba ya del estatus de superventas. El camino hacia la publicación le produjo decepciones hasta llegar a la prestigiosa Gallimard, bajo cuya tutela recibió diversos premios en un tiempo record, como el Goncourt (2006) y el de novela de la Academia Francesa (2007). El comercialismo permeó la salida del libro; ni los premios reputados ni las vetustas instituciones poseen la suficiente fuerza para resistir el empuje de un ganador. Si el Goncourt se otorga a “la mejor obra de imaginación en prosa”, la verdad es que en este potente texto la imaginación precisamente de-sempeña un papel menor. El argumento y el propio narrador, bosquejado sobre una persona histórica, fueron inspirados por hechos probados. Los jurados del Goncourt premiaron un volumen que figuraba en las listas de los mejor vendidos y a un ganador anunciado.


Littell resulta un autor original. Sus maneras artísticas difieren de las de novelistas literarios clásicos, quienes empañan el material ficticio con su sensibilidad (Proust) o dramatizan vivencias personales (Kafka). Su proceder se asemeja más, en principio, al narrador tradicional del siglo XIX, como Dostoyeski o Tolstoi, según opina Jorge Semprún. En principio, Littell trabaja como los autores de la novela histórica actual, quienes buscan un material desconocido, lo investigan a conciencia y luego lo ordenan para el lector con la eficiencia de un relator fiel. La ficción les concede una generosa libertad de acción. El franco-norteamericano investigó con rigor su tema, las atrocidades nazis en el frente del este de Europa durante la segunda guerra mundial, pero a diferencia de los novelistas históricos usuales, transmitió todo a través de un singular narrador, un nazi, homosexual, asesino, engañador y con una conciencia repugnante. Littell ganará al lector no por valerse para contar el argumento de este ser deleznable, sino por el relato de las abrumadoras atrocidades cometidas por los nazis en su marcha hacia Rusia.


De hecho, Claude Lanzmann, el director de la película Shoah, desaprueba que los crímenes de guerra cometidos contra los judíos sean narrados por un ser frío e inmoral, y calificó la novela de “flor envenenada”. Maximilien Aue, el protagonista narrador, antiguo miembro de las SS, aparece al comienzo del texto casado y con hijos, viviendo confortablemente en Francia, donde dirige una fábrica de encajes y nadie sabe de su pasado nazi. Treinta años después de haber participado en el holocausto decide contar sus experiencias de guerra como SS, relatando con morosidad su participación en las limpiezas étnicas realizadas por su unidad militar. Por ser hijo de alemán y de madre francesa Aue pudo, tras la contienda, usar su pasaporte francés, ocultando así su pasado criminal. Este personaje educado y cerebral, doctor en derecho, aparece como un ser frío y calculador, quien tuvo cariño hacia su hermana, en parte morboso también, pues él hubiera deseado nacer mujer.


Todo lector resulta colocado por el narrador en una situación moral imposible desde el mero comienzo de la obra, cuando Maximilien nos confía que escribe “para activar la sangre, para ver si puedo aún sentir algo, si todavía sé sufrir un poco. Curioso ejercicio” (pág. 20). Se dirige al lector con actitud desafiante, “Adivino lo que estáis pensando: pero qué hombre más malo, os decís, un hombre perverso, un sinvergüenza” (pág. 25), y pasa a justificar sus actos diciendo que matar en combate supone lo mismo que matar a un civil desarmado durante la guerra. Las confesiones producen una cierta arcada; se atreve por encima a terminar con un desafío, con un ataque ad hominem al posible lector: “soy un hombre como todos los demás, soy un hombre como vosotros. ¡Venga, si os digo que soy como vosotros!” (pág. 32). A partir de ese momento experimentamos una verdadera desazón, pues no somos como él, un asesino confesado: hemos sido emplazados a mirarnos en el espejo moral propio, el de la memoria histórica de nuestra propia cultura de la posguerra. A continuación, en los largos capítulos la narración de Aue transmite puntualmente los horrores cometidos por los rusos y por las SS durante la contienda, información desenterrada por Littell en las bibliotecas de Polonia, Ucrania y Rusia, en más de doscientos libros, y su recuento conforma el grueso del volumen. El joven Littell se había preparado para tal labor en Yale University y trabajando posteriormente para diversas ONGs en Chechenia y Afganistán, entre otros lugares.


La novela hay que entenderla dentro del contexto de la narrativa actual, cuando la novela de crimen y la histórica han desplazado a la puramente literaria en las preferencias del público lector. La peculiaridad del franco-estadounidense reside en que supo redactar un larguísimo texto de ficción histórica con un componente de verosimilitud del 95%, que resulta puro alcohol para la conciencia de los lectores. Apropiado para disolver la pereza con que los europeos y americanos abordamos la cuestión de la memoria histórica de, por ejemplo, los ucranianos, las primeras víctimas visitadas en el relato de Littell. El futuro escritor pasó varios años investigando las atrocidades relatadas, como adelanté, y luego dedicó un año a volcar toda esta información en la página. Aquí no hubo tiempo para la reescritura a lo Flaubert, uno de los autores preferidos del escritor, pues no le mueve el prurito de la perfección estilística, de la enunciación del tema mediante palabras bellas. Le mueven los datos descubiertos, los ejemplos de ciudades arrasadas primero por los rusos y luego por las SS en sus respectivos intentos de limpieza étnica, y transmitir la frialdad de los verdugos, como Aue y sus camaradas.


El lector de Las Benévolas sentirá la urgencia de aprender más del asunto, y se perderá interesado en este océano de páginas, otro capítulo de la infamia universal. El texto posee una belleza literaria de nuevo cuño, pues emana de una fuerza, originada en la biografía del autor de antepasados judíos polacos, que fructificó en el relato de las minuciosas investigaciones sobre los crímenes nazis. Littell mira en el ángulo oscuro de la realidad no para despertar nuestra sensibilidad individual, sino la conciencia humana del nosotros. La solidaridad parece ser el único horizonte posible para el siglo XXI, confiando siempre que las benévolas, las furias de Eurípides, alcanzarán a los culpables de crímenes contra la humanidad.


FIAT LUX"CRÍTICAS, PENSAMIENTOS, LITERATURA UNIVERSAL, CINE, REFLEXIONES, ANÁLISIS, NOTICIAS, COMENTARIOS, ARTE, CULTURA, ARTÍCULOS PROPIOS Y AJENOS."

sábado, octubre 27, 2007

Crítica a "Las Benévolas"


Sobre la memoria histórica -que es plural, egoísta y, sobre todo, personal- es muy difícil legislar. Conviene hacerlo sobre las consecuencias indeseables de la memoria sectaria del poder, pero, en lo que toca a las memorias personales o grupales, lo que procede es que se confronten, se rebatan y se repiensen. La novela contribuye poderosamente a ello porque es la manera más fértil de reducir la Historia a conciencia crítica del pasado. Y por eso, la narrativa prospera a favor de los periodos de transición, de las jornadas inciertas, cuando se está en el límite mismo de los olvidos. ¿Nos extrañará que todas las novelas británicas de los ochenta hablen en el fondo de la cercana catástrofe Thatcher? ¿O que muchas grandes novelas francesas recientes resuciten la lejana II Guerra Mundial, ya sea con la piedad crítica de Patrick Modiano, la sabiduría simbólica de Michel Tournier o la memoria en carne viva de Irène Némirovski (en la feliz recuperación de Suite francesa)?


Para confirmarlo, Jonathan Littell un escritor jovencísimo (nacido en 1967), norteamericano, ha escrito en un francés -peculiar pero espléndido- Les bienveillantes (Las benévolas), un relato de más de setecientas páginas que le granjeó los premios Goncourt (y de la Academia) de 2006 y la nacionalidad francesa. Gracias a la traductora María Teresa Gallego Urrutia, los lectores españoles tienen ahora la posibilidad de zambullirse en esta larga pesadilla que no ha brotado de la memoria, sino de la bibliografía, y que, a modo de rapsodia, enlaza ficciones e ideas previas acerca del mundo del nazismo. Me explico: la convicción del autor acerca de la "banalidad del mal" procede de Hannah Arendt (y le ha inspirado inolvidables perfiles novelescos de Eichmann y Himmler), pero Littell también ha visto El ocaso de los dioses, de Luchino Visconti, que asoció incesto, tragedia y suntuosidad al recuerdo del nazismo, igual que ha leído a Vassili Grossmann para evocar los días de Stalingrado y conoce muy bien las letras colaboracionistas de los olvidados Lucien Rebatet y Robert Brasillach, a los que ha hecho amigos de su protagonista.


Y se ha inventado, sobre todo, un diabólico personaje y narrador: Maximilien Aue es el hijo de una alsaciana y de un alemán, que combatió en las crueles tropas especiales en la Guerra Europea de 1914. También es homosexual, o mejor todavía, una suerte de hermafrodita que prefiere ser penetrado para no perderse el goce femenino. Es incestuoso, como ya he apuntado. Y es un criminal inaccesible a la idea de culpabilidad, aunque también es un joven cultísimo. Eligió ser alemán y, huyendo de una redada de la policía en medios homosexuales de Berlín, ha sido reclutado por las SS, donde llega a ser teniente coronel. Durante la guerra, vive sucesivamente la experiencia de la liquidación de judíos y comunistas en Ucrania, las pintorescas especulaciones étnicas de los científicos nazis en el Cáucaso, el espanto de Stalingrado, los lager de Polonia, y llega a dirigir el uso de mano de obra hebrea en Hungría, para concluir en el Berlín del hundimiento final. Y se ha salvado para poder contarnos -con una mezcla de probidad de funcionario, egoísmo de adolescente caprichoso y sentido poético- esta historia siniestra que esconde unos cuantos asesinatos a sangre fría. ¿Y la culpa? ¿Y el horror? En esta novela, la culpa y el horror se expelen. La repugnancia de Max por algunas servidumbres de su trabajo le lleva a padecer diarrea permanente, y esa dolencia se repite durante su idilio berlinés, aunque la complacencia en lo fecal también preside la caracterización de su mentor inválido, el pestilente Mandelbrod. Sangre y mierda: en pocas novelas se hacen tan físicamente evidentes estas dos respuestas y signos de la vida humana. Y porque está muy familiarizado con ambas, Aue puede reducir su testimonio a un estremecedor, meticuloso e imparcial relato, tocado de finos detalles de paisaje. Y puede justificarse, él y todos, gracias al venenoso concepto de Weltaschuung, visión personal del mundo. Precisamente por ella debe salvarse: porque sabe que todo ha debido ser así y hasta osa llamarnos "hermanos" a sus lectores.


Lo somos, por supuesto. No me parece casual que este Fausto perverso sea un refinado músico y helenista. Los largos capítulos del relato se titulan como las partes de un concierto barroco, su armonía predilecta: allemande, courante, sarabande, gigue... El título original, Les bienveillantes, traduce -como sabe cualquier lector francés de Esquilo- el nombre de las Euménides, los seres protectores y benévolos cuyo coro dio nombre a la última tragedia de La Orestíada, toda ella dedicada al horror y la venganza; pero las Euménides habían sido previamente las Erinias, el coro que hostigó a los personajes hacia el espanto. Y Aue ha sobrevivido indemne, para contárnoslo, bajo tan ambigua protección.


POR MARIO SALAZAR LAFOSSE
 
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