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Todo ello hace del Guasón (Heath Ledger) el verdadero espectáculo del filme. Y en ello tiene que ver inevitablemente la mitología que se va creando alrededor del fallecido Heath Ledger. Pero quienes pensábamos que todo formaba parte de un truco publicitario para llamar la atención sobre el filme nos equivocábamos. Porque Ledger ofrece una verdadera creación, un personaje que responde en un primer momento a un acertado diseño de sus creadores pero que el actor lo va desarrollando con asombroso dominio de escena. No es un villano, ni un psicópata, ni una simple amenaza para las fuerzas del bien que encabeza Batman. Su Guasón es el mal mismo. Está más allá de lo humano. Es la perfecta encarnación de las fuerzas malignas desatadas para crear caos y confusión. Para corroer y corromper. Es físico y mental al mismo tiempo. Y su poder devastador por momentos parece contaminarnos.Por eso el filme es en gran parte un triunfo tanto de Ledger como del Guasón. Porque al imponer su presencia como eje de los acontecimientos convierte al universo del filme en una suerte de territorio del mal. Y a ese efecto tan logrado se debe la conclusión pesimista de toda la parábola orquestada por el director de la cinta.
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