viernes, 2 de enero de 2009

El Humboldt de Bellow


Plaza & Janés.
Trad. Monserrat Solanas.
1976. 572 págs.

Saul Bellow nos cuenta (en su novela El legado de Humboldt) la historia de Charlie Citrine, escritor de éxito que, curiosamente ha ganado el Pulitzer (creo que dos veces), y curiosamente el propio Bellow lo gana con ésta novela en 1976. Este tipo de cosas me divierten, quizá llegó la hora de verlas como una coincidencia curiosa a reseñar y no darle vueltas como lo hice con el protagonista de Así se templó el acero, donde a su vez aludí al Sensini de Bolaño. El propio destino de la obra que leemos está aludido en la propia obra. Cuando el azar hace que la metaficción anticipe lo real es divertido, pero no creo que deba pasar de anecdótico, o que lo necesite.

Otra anécdota: si ya en la reseña anterior de Bellow a su obra Herzog, y aludiendo a un comentario que hizo en su blog Alvy Singer, emparentaba dicha obra con Deconstructing Harry, lo que aproveché para hablar del mundo judeoamericano y la cercanía de Bellow a Allen más que a Fellini o Bergman, en esta ocasión encontré una similitud lejana entre cierto personaje y cierta trama no desarrollada, por desgracia, quizá, en El legado de Humboldt, con Balas sobre Broadway: un personaje del mundo del hampa cuya mujer está haciendo una tesis doctoral sobre Humboldt requiere de los servicios de Citrine al precio que sea, extorsionándole. Quizá el parentesco sea lejano, pero por lo mismo y dado que Bellow decide no continuar con esa trama -sí con el personaje del hampón, que saldrá hasta el final-, uno se imagina a dónde hubiera podido llegar. incluso, por qué no, se puede uno imaginar, el rostro de Cantabile interpretado por Chazz Palminteri. Y ya terminando con el binomio Bellow-Allen, y con las anécdotas, es interesante recordar que en otra de sus obras en las que el neoyorquino esta vez se inspira en Welles para crear un falso documental, estoy hablando de Zelig, el propio Bellow se interpretaba a sí mismo.

La novela es buena, está narrada con fluidez y es en cierto modo mucho más totalizadora que Herzog, es decir, invoca a un universo más amplio, habla de muchas más cosas y expone ideas tremendamente interesantes, como también aquella. Son dos novelas primas hermanas, aunque Herzog, particularmente, me gustó más.

En ambas novelas el personaje se halla en una encrucijada, en un momento clave de su vida en el que debe tomar decisiones y para lo cual reconstruye su vida, y para lo cual, y de paso, Bellow deconstruye a los personajes. El pasado se entrelaza en la narración con el presente y se va formando un todo que dará el sentido a cuanto acontece. Y en tal sentido uno se da cuenta de que ambos personajes se parecen asombrosamente entre sí y quizá al propio autor. Las mujeres de nuevo son quienes por un lado dan cierto sentido vital al personaje, a los personajes, y al tiempo quienes interrumpen de forma indiscriminada la acción para acercarnos a la vida real, anodina y cruel casi siempre, gozosa otras. Las mujeres y Bellow... las mujeres y Allen, y La Muerte. Eros y Tánatos (y Civilización), el judaísmo y el psicoanálisis...

Así describe Bellow a Citrine y sus ocupaciones. En un pequeño párrafo se puede decir que nos resume toda la obra en lo referente a su personaje principal:

(...) en aquellos momentos estaba ocupado, fiera, penosamente ocupado, personal e impersonalmente ocupado: personalmente con Renata y Denise, y Murray el contable, y los abogados y el juez y una infinidad de vejaciones emocionales; impersonalmente, participando en la vida de mi país y de la civilización occidental y sociedad global (una mezcla de realidad y de ficción). (pág. 131)

Y así es Humboldt, el personaje omnipresente y cuyo legado llena de misterio buena parte de la obra:

"Muy bien, Humboldt, conseguiste tu puesto en la cultura americana, al igual que Hart Schaffner y Marx lo consiguieron en capas y trajes, como el general Sarnoff lo logró en comunicaciones, como Bernard Baruch lo consiguió en un banco del parque. Como, según el doctor Johnson, los perros lo consiguieron sobre sus patas traseras y las señoras en el púlpito, excediendo curiosamente sus límites naturales. Orfeo, hijo de Greenhorn, surgió en el Greenwich Village con sus baladas. Amaba la literatura, la conversación intelectual y la dialéctica, amaba la historia del pensamiento. Muchacho fuerte, gentil y agraciado, creó su propia combinación del simbolismo y lenguaje callejero. En esta mezcla entraban Yeats, Apollinaire, Lenin, Freud, Morris R. Cohen, Gertrude Stein, las estadísticas de béisbol y las murmuraciones de Hollywood. Trajo Coney Island al Egeo y unió Buffalo Bill con Rasputín. Iba a unir el sacramento del arte y los Estados Unidos industriales como poderes iguales".

La obra mantiene varios enfoques: el protagonista es Citrine y el referente durante toda la obra es Humboldt, que unas veces se hace presente de manera clara y total, y otras desaparece para dejar el completo protagonismo a Citrine y sus miserias con las mujeres (ex y amante). Entre tanto, multitud de personajes secundarios, todos ellos trazados con auténtica maestría, diferenciados claramente por razón de sexo. En esta obra las mujeres juegan un papel fundamental y casi se muestran como pertenecientes a otro mundo paralelo. No solo las mujeres de Citrine, sino también las mujeres de Humboldt. De entre todas ellas destaca Renata, que junto con su madre nos ofrecen los pasajes de la novela más reveladores de la devilidad de Citrine, debilidad que en ocasiones llega a irritar por cuanto el lector no puede por menos que sentir que Citrine es un títere, un pelele y una nenaza que no reacciona ante nada. Sin embargo todo esto tiene un fin: es necesario mostrarnos el completo desamparo que Citrine tiene para entender mejor la relevancia que tendrá, precisamente, el legado de Humboldt en su vida.

El arte según Samuel Beckett (la realidad como raíl)

Por: Andreu Navarra Ordoño

El texto titulado El mundo y el pantalón (1) parece desarrollar una serie de ideas sobre el arte, y más concretamente, sobre el pictórico (aunque sus contenidos puedan ser aplicados a cualquier otra actividad creativa). Es muy probable que así sea (de otro modo escribiría muy perdido). Podría tratarse de un ensayo, aunque quizás sea mejor calificarlo de prosa, porque el texto no es, desde luego, un ensayo canónico o habitual. Este es el chiste amargo que lo encabeza:

EL CLIENTE: Dios hizo el mundo en seis días, y usted no es capaz de hacerme un pantalón en seis meses.
EL SASTRE: Pero señor, mire el mundo y mire su pantalón.

A continuación, se desarrolla una especie de letanía gélida, absolutamente desconcertante, que no cesará ya hasta el fin:

Para empezar, hablemos de otra cosa, hablemos de dudas antiguas, caídas en el olvido, o reabsorbidas por elecciones que no se ocupan de ellas, por lo que se ha convenido en llamar obras maestras, malas esculturas y obras de mérito.
Dudas de aficionado, claro está, de aficionado muy sabio, tal y como sueñan los pintores, que llega agitando los brazos y se marcha agitando los brazos, con la cabeza aturdida por lo que ha creído entrever. Qué tontería las preocupaciones del ejecutante, al lado de las angustias del aficionado, que nuestra iconografía de tres al cuarto ha cebado de fechas, de períodos, de escuelas, de influencias, y que sabe distinguir, hasta tal punto es sabio, entre un gouache y una acuarela, y que de vez en cuando cree adivinar lo que ama, manteniendo el espíritu abierto. Pues el pobre se imagina que nada de lo que es pintura debe serle extraño.

El lector de Samuel Beckett tendrá que irse acostumbrando a no analizar, a no comprender, a operar entre la nada. Porque leer a Beckett puede ser asomarse a la desnudez más absoluta, indigestarse y dejar el libro a la primera línea, o bien marearse y tener que irse a tomar un analgésico. De cualquier modo, uno siempre resulta enormemente enriquecido al leerle. Es como descalzarse un pie y mojar su punta en un río, en una corriente inexorable, y a la vez fría como el hielo, despiadada. Y esta corriente (luego descubriremos que de cristales rotos) es lo más parecido a la verdad. A la verdad cognoscitiva: a nuestras posibilidades reales de percepción. Esto es lo que nos fascina del autor. Su nivel nulo de fabulación o simpatía. Su honestidad sin ningún tipo de fisura.

Pero es falaz afirmar que es imposible comentarle. Una mentira como un templo. Paradójicamente, y lo demuestra el fragmento que hemos citado, Samuel Beckett es el artista de la claridad, es el escritor de la transparencia. Sus textos son, a la vez, de lo más comprensible. Lo que pasa es que nuestra realidad, nuestra percepción de ella, la de nosotros como lectores de él, nos nubla. Nos obnubila. Molesta. Hemos de partir de cero, como muchos de sus mutilados. Tenemos que atrevernos a mojarnos en su río, y bucear en él como lo haríamos en la conversación que nos brindara un buen amigo, de los que realmente nos complican nuestra vida haciéndola más placentera.

Partir de cero significa, en primer lugar, vaciar la mente de prejuicios; y, en segundo, liberarla del deber de tener que juzgar lo que se ha visto leído, comprendido. Esa es una de las primeras lecciones del fragmento (con la cabeza aturdida de lo que ha creído entrever). El aficionado, a quien se ha intentado aleccionar mediante toda una literatura de la recepción de obras de arte, cree entrever, por lo que nos situamos lejos de cualquier tipo de juicio absoluto. Porque cualquier juicio que pretenda ser coherente, es a la fuerza un absoluto.

Esta es la propuesta de Beckett, no solo en este texto sino en el conjunto de su obra: no tenemos por qué juzgar. No pasa nada. No hay nada. Somos bien poco. Por qué actuar. Por qué explorar. Por qué preguntarse por lo que pasa, por lo que pasó. Lo asombroso es que no se nos esté diciendo debéis hacer esto, o no hacer lo otro. Siempre podremos seguir haciéndolo, seguir preguntándonos, seguir dudando. De lo que se nos informa es de lo que no solemos hacer, de lo que solemos obviar gracias a nuestros prejuicios. Porque la realidad es un prejuicio. Lo prueba el hecho de que nos lo esté diciendo alguien que ha realizado todo esto, ha conducido estas preguntas hasta sus límites, se ha paseado por las fronteras de la nada sin pagar los aranceles que son la muerte, y se ha acercado a la extinción. Lo asombroso es que no nos lo esté diciendo un nihilista, un analfabeto que desprecie la cultura, sino uno de los hombres más leídos, más profundos, más rabiosamente cultos (así lo demuestra la abundante documentación que se evidencia tras esta prosa). Pero ni siquiera eso sabemos. Podría ser una erudición más o menos ficticia, o multiplicada mediante la palabra, como en el caso de Borges.

Todo esto en arte se traduce en una libertad total: radical y absurda. Cierto profesor de teoría de la literatura, de cuyo nombre sí quiero acordarme, siempre nos decía que el texto original, que la obra absolutamente nueva en todos y cada uno de sus constituyentes, era un imposible filosófico. Y lo es porque ese texto, esa obra, no sería reconocida como tal. La obra radicalmente nueva no se asemeja a nada, no es perceptible en cuanto obra de arte. Es un absurdo. No es ni siquiera una locura. Es una nada inconcebible. No puede existir.

Sam Beckett dice: vale la pena intentarlo. Esto es lo que nos propone: la creación pura, desde la nada. Es una cuestión de perspectiva, y no de resultados. Quizás Huidobro se aproximase a este estado de libertad taumatúrgica, que es la que, en el caso de Gerardo Diego, diferencia unos poemas de otros. El ciprés de Silos parte del ciprés de Silos. Gesta debe de partir de las proximidades de la nada conceptual, objetiva o exterior. Eso no significa que ambos poemas partan, según palabras del propio Diego, de su real gana poética. La diferencia entre un tipo de poemas y otro es meramente procedimental. Uno tiene referentes reales. El otro, no tanto.

Según Isaac Asimov (2), una entre las muchas teorías que intentan explicar el origen del universo es la del chorro primitivo. Consiste en una especie de explosión primitiva de energía de la que derivaría todo. La ordenación de toda esa energía desprendida es lo que diferenciaría el universo de la nada. Así se forma el arte según Beckett: a través de una manifestación arbitraria, fruto de la libre voluntad del artista. Así se crean nuevos universos, nuevas realidades.
Los críticos coinciden en señalar que los textos del autor posteriores a la segunda guerra mundial, si antes de ella indagaban en las contradicciones de la realidad, ya no pretenden vincularse con ella. Los personajes de Molloy, Malone muere o El Innombrable ya no se proponen entender ninguna realidad, por difusa que sea: han renunciado ella. No se proponen nada.

Un buen ejemplo de esto es Malone, suerte de anciano que vive recluido en lo que parece una habitación: sin recibir visita alguna. Malone no intenta recordar ya cómo llegó a la cama en la que convalece, se acerca al mundo a través de un bastón sin el cual se ve absolutamente indefenso. Como se ve, el autor es especialmente cruel con sus personajes. Para entretenerse, Malone intenta contarse una historia, la del joven Saposcat, pero fracasará una vez tras otra: Malone no soporta los tópicos de las historias de personas indefensas. La vida de Saposcat, Sapo, es un infierno. Malone no cree que la suya lo sea: todo le da igual. Se limpia con babas los puntos del cuerpo que nota sucias. Espía las nauseabundas relaciones sexuales de algún vecino (el sexo en Beckett aparece a menudo vinculado a la senectud). Hacia el final de la novela, que no es más que la suma de verbalizaciones mentales de Malone, vemos a este recluido en una suerte de manicomio u hospital. Durante una excursión, alguien llamado Lemuel asesina a todos sus compañeros con un hacha. Esto es lo último que se profiere en la novela:

ni con su lápiz ni con su bastón ni
ni luces luces quiero decir
nunca eso es tocará nunca
nunca tocaráeso es nunca
eso es eso es
nada

¿Quién es Malone? ¿Dónde ha estado durante toda la novela? ¿Quién es Lemuel? ¿Por qué comete el vil asesinato? ¿Se ha convertido Malone en Lemuel, o Lemuel en Malone? ¿Alguien se ha convertido en alguien? ¿Quiénes han muerto? ¿Qué significa eso es nada? ¿Muere Malone como vaticinaba en las primeras palabras de la novela? ¿Es Malone muere una novela? No parece haber respuestas. ¿Deben preocuparnos estas cuestiones? Según Félix de Azúa,

Beckett no busca una aproximación más o menos verosímil a la realidad sino la creación de una realidad independiente, una realidad literaria. Giacometti quería hacer un rostro, El Rostro, Beckett también quiere hacer, no imitar. Por eso todas sus obras son una sola obra y los géneros uno. (3)

¿No se parece este final de novela al del poema Altazor, de Vicente Huidobro ¿No intentan ambas obras alcanzar el mismo objetivo?

Hasta el siglo XX el arte partió de las cosas, quiso traducirlas a lenguajes distintos. El cubismo, el arte fauve,... hacía eso mismo pero pretendiendo acentuar el filtro que separaba el objeto del lienzo. Así el artista hacía de mediador descarado, más descarado que nunca, y aplicaba sus colores, su multiplicidad de perspectivas simultáneas, sus pruritos, sus visiones, sus abstracciones y, ¿por qué no?, sus voluntarias tonterías y puerilidades. Por eso el arte más contemporáneo expulsa a sus espectadores. Por eso los artistas más aplaudidos, más cotizados, más revolucionarios (pienso en Miró o en Tàpies) sean a la vez los más incomprendidos.
La pintura de los hermanos van Velde, los que Sam Beckett pone como ejemplos, (¿pintores ficticios?) no es ni abstracta, ni surrealista, ni cubista. No se preocupa de ser algo. Solo se preocupa de ser la nada, de plasmarla. Uno de estos dos hermanos no ha expuesto nunca. El otro realizó una exposición en Londres, en 1938.

La prosa es, en cierta forma, una aproximación a la obra de estos dos artistas, que practican algo más desquiciado que el automatismo: lo que hay en sus cerebros una vez vaciados de todo posible contenido. Por eso, dice Beckett, la pintura de uno de los hermanos es tan placentera. Porque libera, es una libertad que se aproxima al trance místico, la nada a ultranza, el garabato más insignificante, la más oculta y primordial de las pinceladas, mucho más cavernícola que la de los cavernícolas.

Una verdad no causal. Una arbitrariedad extrema, exenta de preocupaciones y de vinculaciones con el mundo exterior. Es la realidad autónoma, autosuficiente. Y por eso es, en cierto modo, relajante.

Estas concepciones son las que laten tras la obra de Samuel Beckett. ¿Qué hay detrás de ellas? ¿Qué se pretende? Una vez más nos lo contesta el fragmento citado cuando empezábamos: se trata de creer adivinar lo que se ama, de mantener abierto el espíritu. Porque traducir, comentar, comparar, es realizar la conversión de incomprensible a comprensible. El objetivo no es que esa conversión sea imposible, sino advertir que no es necesario hacerla. Eso no significa que no pueda hacerse, como la estoy haciendo yo. Eso significa que no pasa nada si no se hace: que somos libres de hacer lo que nos plazca con la obra. Podemos insultarla, olvidarla, calumniarla. Nada ni nadie debería exigirnos explicaciones. Otra cosa es lo que ocurra en nuestra sociedad. El juicio, la obligación de emitir enunciados exteriores que versen sobre tareas de los demás, es lo que arruina para Beckett el pensamiento humano. Lo que ha venido arruinándolo durante siglos de masoquismo conceptual.

Las frases siguientes ilustran la voluntad de libertad mental y receptiva, de libertad honrada. Son una crítica total al deber más o menos socializado de que el arte signifique, de que tenga que expresar, de que tenga que comprometerse con nuestro mundo habitual (el extracto reproduce estrictamente el orden del autor):

Eso llueve sobre los medios artísticos con una abundancia muy particular. Es una pena. Pues el arte no parece necesitar cataclismos para poder ejercerse.
Los estragos son ya considerables.

Con "Esto no es humano", está dicho todo. A la basura.

El día de mañana se le exigirá a la charcutería que sea humana.

Eso no es nada. Por lo menos estamos acostumbrados.

Lo que es propiamente espantoso es que el artista mismo lo admita.

El poeta que dice: no soy un hombre, no soy más que un poeta. El medio más rápido de hacer rimar amor y vacaciones pagadas.

El arte expresivo, tanto el formal como el informal, es un arte policial por lo que tiene de represor de la creatividad:

¿Quieren un existente adecuado? Pónganle un azul. Denle un silbato.

¿Les interesa el espacio? Hagamos que cruja.

¿Les atormenta el tiempo? Matémosle juntos.

¿La belleza? El hombre reunido.

¿La bondad? Extinguir.

¿La verdad? La ventosidad del mayor número.

Y el que modestamente nos parece uno de los más bellos pasajes formulables por un ser humano:

Se ha hecho lo imposible para que elija. Para que tome partido, para que acepte a priori, para que rechace a priori, para que deje de mirar, para que deje de existir, delante de una cosa que simplemente habría podido amar, o encontrar fea, sin saber por qué.

¿Puede existir amor al arte más sincero que el contenido en esta frase? ¿Puede aspirarse a mayor libertad? El verdadero arte, la verdadera escritura de Samuel Beckett se sitúan en otra realidad, la que resultó de la experiencia de la nada circundante, la realidad más verdadera que vive en el lenguaje, y que se alimenta de materia gris.
__________________
Notas:
(1) BECKETT, Samuel, Manchas en el silencio, Tusquets, Barcelona, 1990, págs. 25-52 (traducción de Jenaro Talens.)
(2) ASIMOV, Isaac, Cien preguntas básicas sobre la ciencia, Alianza, 1973.
(3) BECKETT, Samuel, Residua, Tusquets, Barcelona, 1969 (prólogo de Félix de Azúa).

lunes, 22 de diciembre de 2008

Carta de Edward Rutherfurd

Dear Reader, Alec Luis

I am delighted to give you news of my next book. During the last year, I have been fortunate enough to attend and speak at several delightful events, from the Milwaukee Irish Fest, to a large conference at my second alma mater, Stanford, and most recently at the annual gathering of Britain's cathedral precentors at Salisbury. But for most of this period I have been buried in the writing of the new book, and as I shall soon be emerging from this, it seemed time to let you know a little about the project.

My editors and I are now in the later stages of preparing the manuscript of NEW YORK. Although this book has been tentatively scheduled, we do not yet have a firm publication date. My present guess is that the book will be published in the latter part of 2009. I am letting you know in advance of any official announcements, and well before publication date I shall be in touch to give you all the details.

NEW YORK is a novel structured in a similar manner to LONDON and SARUM. It is a story of a fictional family, their descendants, and those who interact with them, beginning in the seventeenth century when the Dutch first settled on Manhattan, and ending in the twenty-first. As usual, the research required for this work has been fascinating, and has certainly changed my own understanding of this extraordinary city.

I have been very struck by New York's powerful interaction with Europe, and especially with Britain, at every period of her history. It's easy to forget today that for most of the eighteenth century, New York was considered the most English city in America, and that it was natural for it to become the British stronghold during the War of Independence. People also tend to forget how much the signers of the Declaration of Independence were voicing a very English protest, based upon their belief in their English liberties, before those liberties became enshrined as American. By contrast, I like to remember that Winston Churchill was, both by birth and by spirit, at least half a New Yorker! The role of New York in the slave trade, both under the Dutch, the English, and in the nineteenth century, greatly interested me, and provided some rich stories. You may also find, as our families live through the financial scandals of the nineteenth and early twentieth centuries that, like me, you experience a terrible sense of 'deja vu'.

New York's history is rich. It's a tale of Native Americans and Dutch, Englishmen and Africans, French and Germans, Italians, Jews and Gentiles, and many other immigrants besides. It would be impossible to do justice to it all, but my hope is that, through the stories of the many characters in this novel, I may have evoked something of the history and spirit of this remarkable place, where I have now lived many years of my life. Once again, I have received help and advice from some wonderful historians of the city.

All my books are written as popular, commercial entertainment. Yet to sustain one through what is, necessarily, an arduous journey, there has to be a sustaining vision that inspires, at least, the writer! SARUM, for instance, was about man's search for eternity through building in stone. London evoked the fluid uncertainty of the river of life. And for me, NEW YORK has become an essay about freedom, and what that word may mean. However inadequate my efforts, I hope that you too may find in the book some sense of the excitement and emotion that have inspired me to write this story.

There will be a number of public events at which I shall be appearing during 2009, and in the hope that I may have the pleasure of meeting you at one or other of these, I shall give you the schedules as they become clear in the new year.

With all good wishes,
Edward Rutherfurd
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martes, 25 de noviembre de 2008

Tres enigmas praguenses

Por: Eva Manethová
El primero:

En su libro "Todas las bellezas del mundo", el poeta checo Jaroslav Seifert, Premio Nobel de Literatura 1984, recuerda los enigmáticos fenómenos descritos por el emperador romano germano y rey checo, Carlos IV, que reinó en el siglo 14. Cuando regresó de Francia para subir al trono que ocupara su padre, Juan de Luxemburgo, el joven soberano encontró el Castillo de Praga en un estado de deterioro lamentable.

Tras ordenar los correspondientes trabajos de reparación, Carlos IV se hospedó en la sede del burgrave. Y precisamente en esa casa el emperador fue testigo de un singular suceso que narra en su libro autobiográfico "Vita Caroli". Seifert opina que no se trata de una historia inventada, ya que el emperador era un ferviente creyente,y por eso incapaz de mentir. Tenía, además, un testigo fidedigno, el señor Busek de Velhartice.

En una lúgubre noche de invierno, el monarca y el señor Busek regresaron a Praga desde el Castillo de Krivoklát, y fatigados por la cabalgata, en la sede del burgrave se acostaron en sus lechos cubiertos de pieles. Afuera hacía mucho frío y en la chimenea crepitaba alegremente la leña. Sobre la mesa ardían varias velas y en un escaño, situado junto a la pared, se hallaban jarros con vino.

Cansados del viaje con un tiempo de perros, los dos señores no tardaron en dormirse. Sin embargo, su descanso no duró mucho tiempo. De repente fueron despertados por el ruido de pasos en la sala. El emperador pidió al señor Busek que mirara enseguida quién caminaba por la pieza, pero éste no vio a nadie. Tras ello, el señor Busek encendió más velas y echó más leña al fuego de la chimenea.

Cuando ya estaban a punto de volver a dormirse, a la luz del fuego y de los cirios vieron que uno de los vasos que se hallaban en la mesa se cayó sin que nadie lo tocara. Y en el mismo instante, el vaso, arrojado violentamente, voló por encima del lecho del señor Busek hasta el otro extremo del aposento, y desde allí rodó a la antecámara.

El emperador y el señor Busek no vieron a nadie. Tan sólo escucharon cómo retumbaban los pasos cuando se iba el visitante invisible. Por más que se esforzaran, no vieron a nadie, así que se persignaron y volvieron a dormirse. Y durmieron sin ser molestados hasta la mañana del día siguiente. Cuando se despertaron, en el centro de la sala se hallaba un vaso volcado.

El segundo, también contado por Jaroslav Seifert:

Antes de la Segunda Guerra Mundial, el poeta checo Jaroslav Seifert residió en una casita adosada a la Torre Daliborka, en el Castillo de Praga. De la casita podía verse un viejo nogal y al pie de él el lugar donde había sido decapitado , en la Edad Media, el caballero Dalibor. En una casita vecina residían tres mujeres: la abuela y la hija trabajaban como guías en la torre Daliborka, y la nieta se desempeñaba como funcionaria al igual que la esposa de Seifert.

Al patio en que se hallaban ambas casitas daba acceso una imponente puerta que se cerraba de noche con una llave que pesaba casi un kilo. El poeta regresaba a su casa bastante tarde de las agradables tertulias con sus amigos, y cuando la puerta ya estaba cerrada, se veía obligado a tocar una campanilla y solicitar a las vecinas que le abrieran la puerta.

Era desagradable ya que generalmente venía abrir la anciana que refunfuñaba y reñía al poeta trasnochador. En vista de ello, a la mujer de Seifert se le ocurrió que, llegada la noche, ella podía esconder la llave debajo de la puerta donde no sería vista desde la calle, y el marido la recogería y abriría sin las habituales controversias con la vecina.

Todo marchaba a la perfección hasta que un día una intensa nevada acumulara al pie de la puerta un montón de espesa nieve. Por más que buscase, Seifert no logró encontrar la llave. Tocó la campanilla y al cabo de un rato vino la anciana para abrirle. Reprendió a Seifert por su llegada tan tardía y comentó que había adormecido tan profundamente que no podía despertarse.

Al llegar a su casa, Seifert le contó a su esposa el episodio nocturno con la vecina. La mujer lo miró espantada y le explicó al poeta que la anciana había fallecido unas horas antes y su cadáver yacía en la casita vecina rodeado de cirios.

Al adormecer, Seifert se dio cuenta de que la anciana había venido a la puerta con una vela en la mano y con un atuendo fúnebre.

El tercer cuento misterioso tiene por escenario uno de los monumentos arquitectónicos más bellos de la Ciudad Nueva de Praga, el palacete de Michna, situado en la calle Ke Karlovu, conocido desde mediados de la pasada centuria como el palacete América:

Con este edificio está relacionada una leyenda de veras espeluznante: a comienzos del siglo pasado se reunía en él una logia masónica. La esposa de un masón recién admitido se coló en una sesión de masones y solicitó a la cúspide de la logia que liberara a su esposo de los votos de pertenencia a la comunidad masónica.

Después de cierta vacilación, el Gran Maestro mostró a la mujer un libro con los nombres de los afiliados. Le ofreció una aguja de oro, matizando que su esposo dejaría de ser masón si ella clavaba dicha aguja en el corazón pintado al pie del nombre del marido. La mujer siguió el consejo pero al llegar a casa encontró a su esposo sin vida, con la aguja de oro CLAVADA EN EL CORAZÓN.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Atlantis, The Palm Hotel





DUBAI (AFP) — Ignorando la crisis económica mundial, Dubai inauguró el jueves por la noche un nuevo hotel de lujo, edificado en una isla artificial, con una fiesta extravagante de 20 millones de dólares. La fiesta acabó avanzada la noche, con unos gigantescos fuegos artificiales que iluminaron la costa del emirato.

Más de 2.000 personalidades fueron invitadas por la sociedad Kerzner International, del magnate sudafricano Sol Kerzner, y su socio local, la promotora inmobiliaria Najeel, controlada por el emirato, para la inauguración oficial de "Atlantis, The Palm", un hotel de cinco estrellas que abrió sus puertas en septiembre.

Entre los invitados figuraban actores como Robert De Niro, cantantes como Janet Jackson, empresarios como Richard Branson y glorias deportivas como Boris Becker y Michael Jordan.
Los fuegos artificiales estuvieron precedidos de un concierto de la cantante australiana Kylie Minogue.

El hotel se eleva en "Palm Jumeirah", la primera de las tres islas artificiales en forma de palmera que está construyendo Najeel. "Aquí donde nos encontramos, hace cinco años había sólo agua", declaró en su discurso el sultán Ahmad ben Sulayem, presidente de Najeel.

El hotel es un establecimiento de gran lujo que ha costado 1.500 millones de dólares. Cuenta con 1.539 habitaciones y está formado por dos torres de color rosáceo unidas por un puente que acoge una suite, que por noche cuesta 35.000 dólares. Además, el hotel tiene el mayor parque acuático de Oriente Medio y un gigantesco acuario de 11 millones de litros de agua y 65.000 peces, entre ellos un cetáceo.

Aunque Dubai no ha escapado a los efectos de la crisis, Kerzner y el presidente de Najeel dejaron de lado las preocupaciones el jueves por la noche, justo el tiempo para una de esas fiestas en Dubai -un emirato conservador- en las que corre el alcohol y en la que los lugareños, vestidos con ropas tradicionales, se mezclan con muchachas de indumentaria más ligera.

Kerzner dijo a la AFP que la factura de 20 millones de dólares por la fiesta "incluía todo" y que la cifra estaba en consonancia con la importancia del proyecto.

De 73 años, Kerzner hizo su fortuna en los años setenta y ochenta construyendo en Sudáfrica hoteles y casinos, entre ellos la famosa Sun City, en el territorio de las reservas negras a las que el régimen del apartheid concedió una falsa autonomía.La fiesta se llevó a cabo pese a que Dubai, cuya prosperidad se asienta en el petróleo, el turismo y el sector inmobiliario, comienza a sentir los efectos de una crisis de la que se creía protegido.
Así, el gobierno anunció la creación de una comisión para evaluar el impacto de la crisis y proponer ayudas a ciertos sectores, como el bancario y el inmobiliario.
La misma Najeel tuvo que anunciar hace unos días que iba a aminorar su ritmo de desarrollo, pese a que la construcción de las tres islas en forma de palmera está lejos de estar acabada.
Por su parte, Kerzner International acaba de despedir a 800 trabajadores de su primer Atlantis, situado en las Bahamas.
 
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