martes, 5 de agosto de 2008

Un desconocido seductor


El autor era hasta hace un año un desconocido norteamericano de 39 años, nacido en una familia de origen judío emigrada desde Polonia hasta los Estados Unidos a finales del siglo XIX. La novela recibió el Premio Goncourt, y Littell, que pasó su niñez en Francia, sorprendió con un extenso libro que ahora llega a Colombia en el que se sumerge en la mente de un extravagante oficial de la SS.
Hernán A. Melo Velásquez* París

Los críticos se convencieron de que estaban frente a una obra de excepción. El escritor Jorge Semprún —jurado del Goncourt— apuntaba en los diarios que la novela de Littell “no solo es el libro más importante del año sino del decenio y una de las grandes novelas de los últimos 50 años”. Hasta hoy se han vendido más de 700.000 ejemplares en Francia, un fenómeno sin par en la industria editorial reciente. Incluso, cuando se imprimió la primera edición, la célebre editorial Gallimard debió emplear una porción del papel destinado para el tiraje del último tomo de Harry Potter y suplir la exponencial demanda.

Hace mucho que una obra no despertaba tantas pasiones, cristalizado tantos odios y suscitado semejantes celos como Las benévolas. Por eso se escucharon subterráneas voces que endosaban a Richard Millet —editor del libro— la autoría de la novela. Otros francotiradores se encargaron de sugerir que la novela pertenecía a Robert Littell —padre de Jonathan y reconocido escritor de novelas de espionaje con la Guerra Fría como principal trasfondo—. Hay quienes observan dudosas similitudes estilísticas y metodológicas entre ambos. No obstante, basta escuchar a Littell o leer sus entrevistas para desterrar las sospechas.

A pesar de que su familia no sufrió en carne propia el destino de los judíos en Europa durante la guerra, Jonathan Littell creció con esta historia. Impresionado del mismo modo por los relatos de la Guerra de Vietnam, se trasladó a los Balcanes —en pleno conflicto étnico—, tras haber pasado tres años en la Universidad de Yale.
Una vez en Sarajevo se presentó a la ONG humanitaria Acción contra el Hambre y fue incorporado inmediatamente. “En aquella época reclutaban a cualquiera que fuera tan tonto como pasa llegar a Sarajevo durante la guerra”, anota Littell. A partir de entonces, trabajó durante siete años en misiones en Chechenia, Congo, China, Guinea o Ruanda, prestando atención a “cómo un ser humano puede convertirte en verdugo”. Debió pactar con criminales de guerra semejantes al protagonista de su novela, estrechéndoles la mano con una gran sonrisa “porque allí era una cuestión profesional donde mi trabajo consistía en obtener favores suyos, sin juzgarlos”. Fue un oficio que le facilitó largas jornadas de lecturas, pues el tiempo se les iba escondiéndose en sus refugios.

¿Cómo un libro de mil páginas y que tiene como marco el funcionanriento de la maquinaria exterminadora nazi durante la Segunda Guerra Mundial, puede casi leerse de un solo envión? Littell aborda un tema editorialmente audaz en una sociedad francesa acostumbrada más bien a la discreción en la materia y a las sempiternas conmemoraciones. ¿Y cómo se convirtió, según la prensa, en uno de los libros más importantes del comienzo de siglo? Todos, académicos y profanos, teorizan sobre aquello que el propio autor, en varias entrevistas, confiesa desconocer por completo.

Lo que sí sabe es que surgió en el fondo de su cabeza en 1989: “Había una foto con la que tropecé estando en el colegio. No sabía siquiera qué era. Lo supe un tiempo después: el cadáver de una partisana rusa, un icono de la propaganda soviética de guerra asesinada por los nazis. Encontraron su cuerpo, semi desnudo, devorado por los perros. En el libro hago una breve descripción de este cadáver, sin detenerme mucho, en homenaje a la foto. La imagen me dio muchas vueltas: el contraste entre la belleza de la jovencita y el horror de la escena, de los restos abandonados en la nieve, engullidos en parte por los perros. Es una foto atroz, pero al mismo tiempo bella (...)".

Más tarde, el descubrimiento de la película Shoa, de Claude Lanzmann, y la lectura de varios libros, como La desrucción de los judíos de Europa, de Raul Hilberg, y Los días de nuestra muerte, de David Rousset, terminaron por ayudarle a dar forma y orientación a su idea original. Littell maduró durante doce o trece años su proyecto antes de escribir el primer borrador de Las benévolas en 1998, y en apenas cuatro meses, bajo una estructura inspirada de la Orestíada de Esquilo. Hasta ese momento tenía solamente unas cuantas notas: “En aquella época, hice una pausa de unos seis meses acompañado por mi novia. Hicimos un gran viaje en Asia central, Pakistán, Tadjikistán y nos quedamos bloqueados en Bishkek durante tres semanas, en condiciones un tanto precarias. Esperábamos el visado a Irán, pero no querían dárnoslo. No había absolutamente nada que hacer. (...) Fue allí donde finalmente concebí el libro”. En aquel momento el proyecto dio un giro hacia los aspectos burocráticos de la exterminación.

La abundante cantidad de documentos que acumuló durante una más de una década lo enfrentó al problema de guardar una unidad: “El uso de la primera persona se impuso entonces, como una nota fundamental. Intenté mantener a lo largo del libro la misma tonalidad”. Una gran lección sobre como escribir en nuestros tiempos.

Dos cortos eróticos de los años 40's

Erotismo y placer femenino

La capacidad de goce sexual es parte de la salud mental. Casi toda la actividad sexual va dirigida al alcance de un goce compartido, y no a la reproducción.
Andrés Flores Colombino, Asociación Mundial de Sexología

El placer forma parte de los derechos sexuales y se considera fuente de bienestar físico, psicológico, intelectual y espiritual. La mujer fue históricamente postergada en el aspecto del goce y el erotismo y es mucho el terreno que le queda por ganar, aunque ha habido avances significativos en los últimos años. El siglo XX fue el de las mayores conquistas. Sexólogos y grupos feministas demostraron que la anatomía femenina era mucho más compleja de lo que se pensaba y precisaron las zonas de mayor estimulación en el cuerpo de la mujer. Pero quizás, el hecho más significativo ocurrió en los años 60, durante la llamada revolución sexual: la creación de anticonceptivos artificiales. Esto permitió que vida sexual y reproducción dejaran de ser sinónimos. Muchas mujeres, al estar a salvo de embarazos no deseados, pudieron acercarse más al placer.
Entendiendo el placer
En los años 50, el ginecólogo Ernest Gräfenberg reveló la existencia del punto G, aunque años más tarde -con ayuda de la investigación de grupos feministas- se descubrió que el clítoris es el órgano sexual con mayor capacidad de estimulación en la mujer. También se estableció que no hay dos orgasmos, sino uno solo, de estimulación clitorídea y reacción vaginal, y que la mujer es potencialmente multiorgásmica. Además, se reconoció que el erotismo es diferente en cada mujer y que el cerebro es el principal órgano del placer, ya que se encarga de procesar los estímulos que provienen tanto del cuerpo como de la mente. El autoerotismo, o la masturbación, reconocido como derecho sexual, se convirtió en la recomendación fundamental de los sexólogos para entender el goce propio, junto a la imaginación y las fantasías. Muchas de las tendencias en la respuesta sexual femenina se conocieron gracias al trabajo de William H. Master y Virginia Jonson, que revolucionaron el campo de la sexología en los años 70.

Tendencias en el goce
El órgano más importante es el cerebro. De ahí es de dónde deriva toda situación placentera. De ahí es de donde deriva también toda la posibilidad de control y de tener una relación afectuosa y satisfactoria.
Esther Corona Vargas, OMS

Se pudieron establecer algunas tenencias generales en la respuesta sexual femenina, aunque no son necesariamente universales. Los especialistas indican que la respuesta sexual en las mujeres está particularmente asociada a recuerdos, a fantasías y sensaciones ligadas a su parte emocional, y a lo táctil, mientras que en los hombres está más ligada a imágenes visuales. En relación a las zonas especialmente sensibles, muchos rescatan a los pezones, el clítoris, los labios y los costados del cuerpo, aunque las zonas erógenas varían de mujer a mujer. Expertos sostienen también que la mujer tiene a responder a una estimulación continua. Se determinó que el tiempo de excitación de la mujer es más largo que el del hombre y que necesita de una fase de deseo inicial, en base a fantasías y la corporalidad del otro, más prolongada. También se precisó que la mujer es sexualmente activa durante toda su vida. Muchas mujeres mayores mantienen su capacidad coital natural por tiempo indefinido, siempre que el coito se practique con regularidad. Estas son las principales tendencias señaladas por un grupo de especialistas consultados por BBC Mundo, cuyas opiniones están vertidas en este artículo.

El orgasmo
Para muchas mujeres es el momento de mayor placer que han experimentado, para otras es un estado de límites difusos y no están seguras de haberlo vivido. Lo cierto es que, más allá de los distintos matices del goce de cada mujer, el orgasmo femenino existe e involucra un gran universo de reacciones psicológicas y fisiológicas.

Algunas mujeres lo viven con una sensación de bienestar, a veces se dice de elevación e incluso de una mínima pérdida de conciencia, con una sensación como de irse de este mundo
Esther Corona Vargas, OMS

Los especialistas consultados por BBC Mundo coincidieron en describirlo como la culminación del proceso de excitación sexual. Se asocia con una sensación de estremecimiento, de extremo goce y hasta de pérdida de la razón, aunque el grado y el tipo de placer varía en relación a cada mujer y a las circunstancias que atraviesa. El deseo, las fantasías y el modo en que cada mujer registra el estímulo sexual, son los grandes motores del orgasmo.

Mitos y dudas
¿Orgasmo clitoriano o vaginal? Entre los mitos se puede mencionar a la creencia de la existencia de dos tipos de orgamos, uno clitoriano y otro vaginal. La sexología rechaza este punto de vista y se inclina por argumentar que el orgasmo es uno solo. “El estímulo es clitorídeo, tanto por el coito o estímulos externos que no son penetrativos, y la respuesta es vaginal. La fisiología nos dice que hay un estímulo clitorídeo y una respuesta vaginal y, por lo tanto, hay un solo tipo de orgasmo”, precisó León Gindín, secretario de la Secretario de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana.
Anorgasmia
El estímulo es clitorídeo, tanto por el coito o estímulos externos que no son penetrativos, y la respuesta es vaginal. La fisiología nos dice que hay un estímulo clitorídeo y una respuesta vaginal y, por lo tanto, hay un solo tipo de orgasmo
León Roberto Gindín, Secretario de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana

Gindín también explicó que es habitual que en algunos momentos de la vida, por distintos factores, como preocupaciones, algunas mujeres no experimenten orgasmos, ante lo cual no se debe reaccionar con mucha alarma. Pero recomendó que, si esto pasa siempre, se puede desencadenar una reacción de “renuncia” y transformarse en “un caso de deseo sexual inhibido”. En estos casos, Gindín recomiendó consultar a un especialista. Esther Corona Vargas, por su parte, destacó que algunas mujeres pueden tener orgasmos sin saber que pueden ponerle ese nombre. Indicó que quizás sienten una sensación placentera, pero simplemente no lo han clasificado como “un orgasmo”. Eyaculación femenina Muchos sexólogos sostienen que existe una eyaculación femenina, durante el orgasmo, aunque no hay una adhesión en forma generalizada.

“Hay teorías que lo sostienen e investigaciones recientes han demostrado que en el orgasmo la mujer emite un líquido semejante al seminal, aunque no se trata de semen”, señaló al respecto Andrés Flores Colombino, presidente de la Federación Latinoamericana de Sexología (FLASSES). Penetración versus caricias Otra pregunta que se hacen algunas mujeres es si el placer de la penetración es más satisfactorio al que se puede lograr con caricias. Al respecto, Gindín señaló que, en grandes estadísticas, la mitad de las mujeres dice que el orgasmo por penetración es más placentero que por caricias y la otra mitad se inclina por las caricias. “Saquen ustedes sus propias conclusiones”, finalizó el especialista.

Autoerotismo
El autoerotismo o la masturbación es, según la opinión de los especialistas consultados en la elaboración de este especial, muy importante desde el punto de vista de la salud sexual.

Claves del autoerotismo
• Es fuente de placer y clave para el aprendizaje erótico
• Sirve para mejorar la vida sexual
• Está presente a lo largo de toda la vida
• Puede incrementar el rendimiento
• No provoca adicción, ni daños físicos
• Muchas mujeres lo viven con culpa
• Aumentó su práctica en los últimos años
• Se recomienda para detectar los estímulos placenteros de cada persona

Su importancia viene dada porque sirve como fuente de goce y como trabajo de exploración para reconocer los estímulos más placenteros en cada persona. Ese conocimiento puede además, si se comparte con la pareja, enriquecer las experiencias sexuales compartidas. Algunos sexólogos apuntaron a una tendencia en la mujer de vivir con culpa la masturbación, aunque también se destacó que su práctica comenzó a aumentar marcadamente en los últimos años del siglo XX. Para toda la vida Esther Corona Vargas, secretaria para las Américas de la Asociación Mundial de Sexología (AMS), indicó que el autoerotismo está presente a lo largo de toda la vida. “En algunas etapas es una forma de exploración, de conocimiento. Después se asocia a la respuesta sexual y se convierte en una fuente de placer, de satisfacción y da la posibilidad de un conocimiento que puede ser trasladado –o no- a la relación de pareja”, precisó. Corona Vargas remarcó, además, que la masturbación no provoca “ninguna consecuencia física o moral” y que hay que desterrar el mito de que una persona se puede volver “adicta” a este tipo de prácticas.
Desde el punto de vista de la salud sexual, (la masturbación) no solo no es negativa ni patológica, sino que es una fuente de autoconocimiento y de descubrimiento de posibilidades eróticas que enriquecen la vida sexual
Andrés Flores Colombino, Asociación Mundial de Sexología

Señaló, sin embargo, que en algunas personas a raíz de “sus creencias personales pueden presentarse emociones negativas”. En el mismo sentido, Ada Alfonso Rodríguez, directora de Proyectos e Investigaciones del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), de Cuba, señaló, en referencia a las características de la sexualidad de la mujer que hay una tendencia a que se sienta “culpable” por la práctica de la masturbación. El auge de la masturbación Andrés Flores Colombino, directivo de la Asociación Mundial de Sexología y presidente de la Federación Latinoamericana de Sexología (FLASSES), sostuvo que “históricamente, la masturbación tuvo un lugar menor en la sexualidad femenina”. Agregó, sin embargo, que “las estadísticas han demostrado que (el autoerotismo) ha aumentado a niveles impensables a mediados o comienzos del siglo XX”. También remarcó que entre muchas mujeres la masturbación “no es una simple aspiración sino un derecho reclamado” y que, además, “no dudan en instruir a sus parejas masculinas, hecho también impensable en otra épocas del siglo pasado”.
Punto G
El punto G es descrito por los especialistas como una de las zonas de alta sensibilidad en la mujer.
Claves del punto G
• No todas las mujeres lo tienen.
• Más que un punto es una zona.
• Es rugoso y más rígido que el resto de la vagina.
• Los especialistas le atribuyen más poder estimulativo al clítoris

Según León Roberto Gindín, secretario de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana, se trata de una pequeña glándula que rodea la uretra femenina, equivalente a la próstata masculina, que es un órgano estimulable. Algo que puede ayudar a la identificación es tener en cuenta que más que un punto, es una zona, y que, a diferencia de la textura suave de la vagina, el sector de punto G es más áspero y de una rugosidad comparable a la cáscara de una nuez, aunque flexible. El momento oportuno Andrés Flores Colombino, presidente de la Federación Latinoamericana de Sexología (FLASSES), aclaró que “se lo reconoce sólo cuando la mujer está excitada”. Con la estimulación sexual, el punto G llega a tener un diámetro mayor a un centímetro, pero cuando no hay excitación su tamaño es similar al de una arbeja. Muchas mujeres dicen que la sensibilidad en la zona varía en distintos momentos del mes y que lo que más se disfruta es una especie de caricia o masaje. En algunos casos, la identificación del estímulo placentero se logra luego de registrar la zona y probar estímulos en varias ocasiones. La posibilidad de que se roce el punto G durante el coito está relacionada con su tamaño y ubicación. Algunas mujeres sostienen que en una posición en que la pelvis esté elevada, es más probable alcanzar la zona. Pero el resultado del estímulo del punto G es, como en todo el mundo del erotismo, relativo a la sensibilidad de cada mujer.

El reino del clítoris
El terreno mítico del goce al el punto G que logró acceder durante muchos años, parece haber sido arrebatado por el clítoris, que según Gindín es la zona de mayor estimulación sexual. “Es muy difícil conseguir un orgasmo por este punto. Además, el pene no tiene forma de gancho y es muy improbable que pueda ser estimulado en el momento del coito. Es más fácil el clítoris que el punto G”, sostuvo Gindín. El punto G debe su nombre al ginecólogo Ernest Gräfenberg, que reveló su existencia en trabajos de investigación, durante los años 50.

La resurrección de Julio Verne

Cuando todo parece indicar que el tema Julio Verne está agotado, este ensayo nos permite reflexionar sobre todo aquello que en la obra del francés no es transparente. Y más allá de su aporte al desarrollo de la ciencia-ficción dura parece haber muchas otras cosas dignas de estudio.

Julio Verne nació en 1828 en Nantes, ciudad portuaria que fuera hogar de los duques de Bretaña y que sería severamente bombardeada en la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día, la ciudad mantiene un museo Julio Verne y realiza anualmente el Festival Utopiales, uno de los principales eventos europeos de ciencia-ficción.
Verne falleció en 1905 como uno de los autores más leídos del mundo. Sin embargo, en el final de su vida parecía frustrado, especialmente por la negativa de la Academia Francesa de Letras de acogerlo en su seno. Cien años después, su fama e influencia todavía se hacen sentir, mientras que a duras penas recordamos a otros escritores de su tiempo, como presentía Raymond Roussel: «Verne seguirá existiendo cuando todos los demás autores de nuestra época ya hayan sido olvidados hace mucho tiempo.»
Varios de sus 60 libros de la colección Viajes Extraordinarios son incluidos en la actualidad dentro de la ciencia-ficción, en virtud de nuestra mirada retrospectiva, y el nombre mismo de la colección bautizó la manera principal de hacer CF en la Francia del siglo XIX (en Inglaterra, el género era conocido como «romance científico»). Su propuesta de «resumir todos los conocimientos geográficos, geológicos, físicos y astronómicos recolectados por la ciencia moderna, y rehacer, bajo la forma atrayente y pintoresca que le es propia, la historia del universo» parece surgir tanto de sus propias ambiciones como de la figura de su editor, Pierre Hetzel. De hecho, fue Hetzel quien lo contrató para su publicación Magasin d’éducation et de récréation, ya que anteriormente Verne escribía comedias y operetas para los teatros de París.
En Viaje al centro de la Tierra (1864), en De la Tierra a la Luna (1865) o en Veinte mil leguas de viaje submarino (1869), Verne exploró la ciencia de su época de manera cuidadosa y didáctica. Difundió las ideas de Darwin en el primer libro, anticipó la necesidad de una posición ecuatorial para las bases de lanzamiento de cohetes (el Cabo Kennedy) y el «amarizaje» de las naves que reingresan a la atmósfera, en el segundo; y el submarino como arma estratégica en el tercero. Defendiendo su método, criticó la fantasía científica de H. G. Wells Los primeros hombres en la Luna (1901), que comparte la misma temática de la novela verniana de 1865. Allí nace el eterno debate de la ciencia-ficción en torno al rigor científico.
De hecho, Verne no previó o descubrió el dirigible, el submarino, el cohete o el autómata, como muchos piensan. Simplemente extrapoló –imaginando un desarrollo posible– las ideas que ya circulaban. Su mérito, quizás, estaba más en darle una forma tan concreta y apasionante a sus visiones, haciéndolas ver más reales que la propia realidad. Cuando Santos Dumont, un fanático de Verne, viajó a Europa para empaparse con los últimos desarrollos del globo dirigible, se sorprendió con el hecho de que todavía no habían sido inventados, en clara oposición a lo que sostenían los escritos del novelista. Y fiel al espíritu verniano, Dumont regresó para inventar el dirigible y mucho más.
Verne comenzó a ser imitado incluso cuando todavía vivía. El visionario artista Albert Robida pobló el futuro con imágenes de dirigibles, buzos y submarinos en obras como Le XXe siècle (1883), La vie électrique (1890) y La guerre au XXe siècle (1887), además de ilustrar los fascicules escritos por Pierre Giffard, La guerre infernale, explorando un costado mucho más pesimista.
Los fascicules fueron publicaciones populares –las dime novels francesas– que circularon especialmente entre 1907 y 1959, muchas veces explorando el romance y la ciencia ficción de influencia verniana, como en las novelas publicadas en Voyages lointains, aventures étrages, o en los seriales Aventures fantastiques d’un jeune parisien, de Arnauld Galopin, y Les voyages aériens d’un petit parisien à travers lê monde, un auténtico best-seller escrito por Marcel Priollet. El incansable pequeño parisino también estuvo en el espacio con Les aventuriers du ciel, de R. M. De Nizerolles. Otras series de aventuras baratas fueron Les Robinsons de l’île volante, del propio Nizerolles, y Les gangsters de l’air, de José Moselli.
La mayoría de estos autores fueron olvidados, pero bien pueden haber contribuido a llevar la influencia de Verne dentro del siglo XX, del mismo modo en que lo hizo Hugo Gernsback, editor natural de Luxemburgo. Creador de la frase science fiction, Gernsback fue el responsable de la formación de un mercado especializado para la CF a través de su trevista Amazing Stories, en 1926. Para señalar a los autores norteamericanos el tipo de historia que deseaba incluir en su revista, reeditó historias de Verne (como así también de Poe y de Wells).
En el Brasil, O Doutor Benignus (1875), de Augusto Emílio Zaluar, tenía la influencia de Verne claramente marcada en ese viaje extraordinario por el interior del país, de la misma manera que A Filha do Inca (1927), de Menotti Del Picchia, y una novela tan tardía como O Homem que Viu o Disco Voador (1958), de Rubens Teixeira Scavone. El propio Verne «anduvo por aquí» con una novela amazónica de 1881, La Jangada, aunque de hecho nunca puso un pie en Brasil. Como en muchos de sus viajes extraordinarios, su travesía era a través de la imaginación, inspirada en relatos ajenos: basta hablar de la aldea flotante bajando por el Amazonas, que sugiere la imagen de la fábrica flotante del malhadado Proyecto Jari.
Si bien Verne fue imitado, él mismo también imitó. Es el caso del helicóptero gigante de Robur, el conquistador (1886), que Verne habría «aprovechado» de la obra de uno de sus imitadores, el norteamericano Luis Senarens, que escribió una serie de dime novels protagonizadas por el héroe Frank Reade (entre 1876 y 1913). Pierre Versins, creador de la notable Encyclopédie de l’Utopie et de la SF (1972), realiza una extensa lista de los temas que Verne habría tomado de autores franceses e ingleses de los siglos XVIII y XIX. Incluso la «estrategia» de resumir los conocimientos científicos de la época habría sido intentada con anterioridad (aunque sin éxito, al contrario que Verne), de acuerdo con Versins.
Es bueno recordar que esta «polinización cruzada» es propia de los géneros populares, y tal vez uno de los méritos de Verne haya sido estar posicionado como figura central de ese proceso. No obstante, numerosos investigadores se preguntan qué lo hace único para la ciencia-ficción. De hecho, otros autores –muchos de los cuales tenían imaginación y capacidad literaria superiores– ya escribían viajes extraordinarios con anterioridad. Verne escribía ciencia-ficción dura de su tiempo: «Soy un escritor cuyo trabajo es registrar cosas que parecen imposibles, pero que sin embargo son absolutamente reales», dice el profesor Aronnax, el narrador de Veinte mil leguas de viaje submarino. La CF dura representa para muchos el «núcleo alrededor del cual gira la ciencia ficción» (en palabras del editor norteamericano David Hartwell). Pese a que Verne no siempre acertaba: el tema de la tierra hueca, que heredó de una sus principales influencias, Edgar Allan Poe, es una imposibilidad, de la misma manera que es imposible la superviviencia de los tripulantes de una cápsula espacial disparada por un cañón. Lo que cuenta es la intención de extrapolar estrictamente a partir del saber científico de su tiempo.
Su didactismo esconde, por ejemplo, un aspecto poco reconocido por los críticos: su ficción estaba anclada en el presente. Aunque haya tratado sobre temas del pasado histórico y prehistórico, y haya escrito algunas narraciones ambientadas en el futuro, Verne se refería siempre al ahora, al conocimiento actual del hombre del siglo XIX. No importaba que hablase de dinosaurios o de la Atlántida sumergida, su ficción exudaba una fuerte sensación de contemporaneidad, integrándose al contexto de las publicaciones populares en las que aparecían sus novelas. Los intereses cotidianos de las personas del siglo XIX –viajes, descubrimientos y hechos científico-aventurescos– eran incrementados y transformados en maravillosos en sus viajes extraordinarios. Así, la ciencia y la tecnología impregnaban la experiencia del hombre de ese entonces.
Para trazar un paralelo contemporáneo, su método y su anclaje en el presente estarían vivos en un Michael Crichton, que comparte otra característica con Verne: el hecho de ser un creador de best-sellers. De hecho, Crichton fue el primer «más vendido» de ciencia-ficción, a nivel nacional en la posguerra, con La amenaza de Andrómeda (1971), y sigue estando en gran forma, aunque su utilización cínica de los temores contemporáneos respecto de la ciencia y la tecnología son una estrategia que Verne no aprobaría.
El cyberpunk, el movimiento surgido dentro de la ciencia ficción que más la ha trascendido, tiene como ideólogo a Bruce Sterling, un declarado fanático de Verne que admite: «Comparto la tendencia verniana de escribir viajes fantásticos en los que la gente aparece rápidamente en los rincones más extraños del mundo. Es una buena manera de aportar una serie de datos en un texto, sin perder el interés del lector.» Sterling define al cyberpunk como una clase de CF dura. Como hacía Verne, el cyberpunk extrapola desarrollos inmediatos de la tecnología actual, ubicados en un futuro próximo. Y de la misma manera en que el escritor francés utilizaba muchos personajes norteamericanos o ingleses –países en la vanguardia de la producción científica del siglo XIX–, los autores globalistas del cyberpunk fueron a buscar la vanguardia de las nuevas tecnologías y de los comportamientos en Japón y en los «tigres asiáticos».
La influencia verniana está más presente en el steampunk, subgénero que Sterling creó con otro gurú del cyberpunk, William Gibson, a través de la publicación de la novela The Difference Engine (1992). Se trata de una ciencia-ficción retro, que regresa a las raíces del género en el siglo XIX. Según Sterling: «Nuestro plan original presentaba a Verne como personaje en The Difference Engine. Por suerte, recuperamos el juicio y no lo utilizamos. Desde entonces, ya escribí dos introducciones para reediciones de novelas de Verne, La vuelta al mundo en 80 días y La isla misteriosa.» El steampunk estuvo muy en boga en los ’90, antes de transformarse en un formato particularmente popular en las historietas y en el cine (The League of the Extraordinary Gentlemen y La liga extraordinaria, respectivamente).
Frente al «Problema Verne» –en palabras del respetado investigador Thomas Clareson– algunos dirán que la influencia del escritor en los siglos XX y XXI es apenas residual, y que su contemporaneidad es más que nada una curiosidad sobre una determinada época, el siglo XIX, en la que se construía la primera ciencia-ficción (y podríamos agregar, también el mundo tecnológico en el que vivimos). ¿Traerá el futuro próximo el olvido de su duradera fama?
No creemos. Simplemente, el Problema Verne será más profundo. Marcel Moré ha señalado las semejanzas entre sus escritos y las ideas de Nietzsche, en particular la posición del capitán Nemo, de Veinte mil leguas de viaje submarino, una especie de súperhombre nietzschiano, misántropo y dispuesto a perseguir sus objetivos más allá de la humanidad mediocre y vil. «¡Dí tu palabra y hazte pedazos!» (Así habló Zaratustra) podría ser el lema del aventurero submarino, un guerrero de origen indio que ha perdido todo a manos del colonialismo inglés (odiado por Verne), y que aspiraba a colectar el conocimiento de todos los océanos del mundo para entonces liberarlo en un arca sellada –como una especie de mensaje en una botella– el día de su muerte. Nemo financiaba movimientos de liberación con el oro recuperado de galeones naufragados, y atacaba al poderío naval de las potencias coloniales. El súperhombre nietzschiano fue repetido por el francés con Robur y su nave aérea. Verne, que proyectaba una imagen de burgués y positivista convencido, tenía tendencias de izquierda. De acuerdo con Moré: «En 1889 se presenta en las elecciones municipales de Amiens en una lista ultra ‘roja’.» París en el siglo XX, un inédito publicado póstumamente en 1994, sugiere temas sociales y el cuestionamiento del rumbo de la sociedad occidental, tópicos presentes en Verne desde el principio (el texto fue rechazado por Hetzel en el inicio mismo de la carrera del escritor). Para John Clute, uno de los principales críticos contemporáneos de la ciencia-ficción, «su último libro, La misión Barsac, es un salvaje ataque a la pretensión del Progreso Occidental de ser capaz de construir algo que se asemeje a una sociedad ideal», sugiriendo un arco argumental en la obra de Verne, a partir del cual el escritor habría regresado a sus convicciones iniciales. Por su parte, Michel Foucault, haciendo un análisis del discurso verniano detecta una tensión entre cierta inmovilidad del discurso del saber científico y su deseo de aventuras, en una frustrada búsqueda por el conocimiento del Yo.
El Problema Verne traería consigo, enmascarado con el deslumbramiento tecnológico, ese lacerante dilema entre el conocimiento del universo y el conocimiento de lo humano. Una cuestión que hoy en día está más viva que nunca. Viva, tal vez, por los próximos cien años.

Traducido por Horacio Moreno
© Roberto de Sousa Causo

Stand - Poison

 
Suscribete y recibe lo último de Viajero del Reino Digital