martes, 10 de marzo de 2009

Las infinitas migraciones de Cernianski

Las migraciones serbias, Paja Jovanovich

El día que comencé a recorrer las voluminosas e interminables páginas de esta colosal obra épica era el de San Juan de Rivera, Arzobispo de Valencia, es decir 18 de Febrero de 2009, según el calendario católico.

A través de esta pintura literaria el redescubierto autor serbio nos presenta un óleo realista, aunque no exento de heroísmo; por cuyas centenares de páginas discurren toda una serie de personajes variopintos desde alféreces y húsares, pasando por lugartenientes y amanuenses hasta feldmariscales, tenientes y arciprestes; animados todos ellos por grandes pasiones, odio amor venganza y concupiscencia. Y centrándose especialmente en la genealogía de una familia que como tantas otras anhelan establecerse en un paraíso edénico, sin importar si para ello deben hacer los más grandes sacrificios, como abandonar patria, tierras y hasta seres queridos o dejar su pasado atrás, lleno de una rica historia que contarán algún día a sus hijos y nietos nacidos en una nueva tierra, a donde llegarán atravezando montañas, ríos turbulentos y tormentas embravecidas.

El escritor utiliza también la narración para darnos a conocer sus teorías sobre la escritura y la novela, tal como lo precisa aquí:
“El pasado lejano no suele aparecer solitario en nuestros sueños, sino mezclado con el presente y el pasado reciente. Con la particularidad de que las nimiedades de nuestros días más remotos reaparecen a veces con una claridad prístina y, en cambio, lo realizado la víspera se presenta de forma alterada” Libro dos, cap. VIII.

En esta epopeya, hordas de seres humanos enfilan en largas e inmensas caravanas. Cada criatura con su propia historia de miseria, cada quien arrastrando su trágica existencia. Este es el cuadro que nos pinta Cernianski cual tremendo mural, que no quedaría nada mal ubicado sobre los ladrillos del antiguo y tristemente recordado muro de Berlín; que sirvió también para separar a multitud de familias, amigos, amantes, hijos y padres, por un collado de piedra infranqueable. Pero en este impresionante relato no es una pared de roca lo que separa a sus gentes unas de otras, sino un infinito camino sembrado de pantanos, cumbres nevadas y ríos caudalosos.

Aquí se desarrolla una historia que linda con lo legendario, contada por el autor como un cronista insuperable de un tiempo que se nos hacia pretérito a siglos de distancia, pero que gracias a la mirada del autor nos aparece frente a nuestros ojos para revelar la estela de sufrimiento y caos que no se diferencia en mucho de las vejaciones de muchos pueblos de la actualidad.Una historia tan apasionante como la de los pueblos otomano, mongol o del mismo imperio ruso.

Toda historia tiene un propósito, y aún cuando dicha intención no sea más que dar a conocer un drama, tal vez carecería de valor ya que la vida de los hombres es efímera, y entonces ¿quiénes responderían por los errores cometidos? ¿sería una historia que se perpetuaría hasta el fin de los tiempos? El historiador también se pregunta lo mismo:
“¿Para qué decirlo todo? No sirve de nada hablar de algo en pasado. Los hombres son mortales y tarde o temprano abandonarán este mundo, así que el pasado sólo será un absurdo. Como si nunca hubiera existido. Y lo que ha sido dicho quedará anulado como si nunca hubiera sido pronunciado”. Libro dos, cap. XII.

Somos testigos de uno de los más grandes éxodos desde que el pueblo hebreo atravesara el desierto durante cuarenta años, dispersados por dunas y tormentas de arena; con la diferencia de que aquí el dios de los serbios no es un Dios de maná y milagros, sino uno de tragedias y destinos inexorables. Una divinidad que predestina a sus criaturas a la soledad, la derrota y la barbarie.
Donde conseguir el libro:

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